domingo, 14 de febrero de 2010

A vueltas con la ignorancia.

Siempre que nos reunimos, llegamos a la misma conclusión: que tenemos que volver a reunirnos. ¿Para qué, la próxima vez? Para redactar un texto lleno de obviedades, lugarcomunismo, y buenas intenciones ("las baldosas del infierno", las llamaba mi bisabuela, que en paz descanse).

Y cada vez que se redacta un texto en el que tanto da ocho que ochenta, y en el que la verdad y el error comparten camastro (con gran disgusto para la verdad), el resultado es el mismo: ni uno abandona el error por la verdad, pero muchos abandonan la verdad por el error (al fin y al cabo, si da lo mismo ocho que ochenta, uno opta siempre por lo más cómodo). Lo sabía muy bien Santiago Carrillo, que calmaba a los camaradas escandalizados de que se aceptase en el partido a los "curas obreros", recordándoles que esos curas no habían llevado a ni un solo marxista al catolicismo, pero sí habían ganado muchos católicos para la causa marxista.

El diablo, que sabe más por ser viejo que por ser quien es, se disfraza en cuanto le dejan con el uniforme de las huestes de San Miguel. A diferencia del Arcángel, no exige disciplina estricta y fidelidad sin mácula. El impostor consigue que muchos le sigan haciéndoles creer que las normas en la milicia celestial han cambiado, , que son mucho más relajadas, que ahora vale todo, y que cada uno puede vivir la milicia a su manera (es decir, hacer y creer lo que a uno le dé la gana, y que aun así podremos seguir considerándonos buenos soldados); y, especialmente, que los que siguen repitiendo que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre son unos aguafiestas que no nos dejan autorrealizarnos.

Y después de escribir la enésima gran colección de obviedades, sólo quedará clavarla en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg (o en la de la Basílica de San Pedro, que Alemania se nos quedó pequeña hace tiempo, especialmente desde que el Rhin empezó a desembocar en el Tíber).

PS: Vean cómo acaban, inevitablemente, todas las reuniones en las que lo importante no es arreglar nada (porque nada hay que arreglar en cuanto a la doctrina de la Iglesia se refiere, por otra parte) sino escribir cosas en las que todo el mundo está de acuerdo.

PPS: ¿Qué fue del "Id y predicad el Evangelio a toda criatura"? ¿Demasiado antiguo y sencillo para nuestro modernísimo siglo XXI?.

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