sábado, 11 de diciembre de 2010

Rey del miocardio.

Hoy he vuelto a escuchar (leer, en concreto) la frasecita de marras, y con doble de queso y cebolla, por si fuera poco.

La frase suele ser algo así, referida al Reinado Social de Cristo: "Dios reina, sí, pero en nuestros corazones".

Pues hoy, por facebook, me he dado de bruces con la que debe ser la versión cañera de la misma:

"Dios debe vivir en los corazones de los hombres".

Y es que, ya lo ven: nos hemos quedado con el Universo ( porqueyolovalgo, como todo lo demás), pero, en nuestra magnanimidad, le hemos concedido a Dios el honor de permitirle "reinar" en nuestro miocardio, cual Pepito Grillo atrapado en la corriente sanguínea. Para que luego se queje, oiga. Sólo faltaría que, después de nuestro generosísimo gesto, nos mandase un apocalipsis de ésos tan chungos como los que salen en las películas que hablan de profecías mayas a punto de cumplirse.

De hecho, nótese cómo, para que Dios no tenga que molestarse ni siquiera en darle vueltas a la cabeza, ya le decimos y todo dónde debe vivir: un pelín escorado a la izquierda -para variar-, entre nuestras venas cavas y nuestra arteria aorta (y ni se le ocurra vivir en cualquier otra parte, que ya se sabe que, El que se mueve, no sale en la foto constitucional).

Así, pues, cambiaremos, la letra del himno de alabanza, y cantaremos todos "...llenos están las aurículas y los ventrículos -y sólo eso- de tu gloria...".

Y luego nos iremos a ver nuestro reality show favorito, del que, además, somos perpetuos, orgullosos y egocéntricos protagonistas:

Separate Brother.

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