Nunca había oído hablar de Santiago Niño Becerra hasta que, hace un par de años, alguien me mandó, por email, un enlace a un artículo suyo con una serie de predicciones que, posteriormente, se han ido cumpliendo con precisión cuasi matemática. Me convertí en asiduo lector de su columna en La Carta de la Bolsa, a pesar de que no disfruto especialmente de su lenguaje (para mi gusto) excesivamente distante y aséptico (comparen su forma de escribir, por ejemplo, con la de otro economista que lleva clamando en el desierto desde hace años, como es Roberto Centeno).
Sin embargo, como ya digo, no fueron sólo sus predicciones las que captaron mi atención, sino el hecho de que la realidad las confirmaba una y otra vez. Y, además, las confirmaba casi al milímetro (o a la décima). Porque el profesor Niño Becerra es el equivalente, en lo que a la economía se refiere, (al menos desde que un servidor lee su columna) del virtuoso de las quinielas que no sólo acierta quién ganará el partido (o si acaba en empate), sino que clava hasta el resultado final en goles. Aunque, claro está, quizás no sea otra cosa que un rara avis que no siente -o no tiene- la necesidad de abrevar en ningún pesebre
Como pagano que soy en lo que a economía se refiere (figuradamente y por partida doble: por contribuyente y porque no conozco esta ciencia como la puede conocer un licenciado), el libro del profesor Niño Becerra me ha resultado didáctico, pero decepcionante en algunos sentidos (al igual que sus artículos, he de decir).
Me ha resultado didáctico porque ofrece una serie de explicaciones sencillas de entender y una perspectiva amplia sobre las crisis económicas a lo largo de la historia, sus causas y consecuencias y su relación con lo que se podría llamar "mentalidad dominante" en cada momento (algo lógico, después de todo: sin la mentalidad imperante -y alimentada desde el poder- del "porqueyolovalgo" hubiera sido imposible que tanta gente viviese como si nunca tuviese que devolver el dinero que le pedían prestado al banco). Especialmente sorprendente (para un pagano como yo) resulta descubrir que las crisis que acaban con un sistema económico para alumbrar otro nuevo (aviso: "nuevo" no es sinónimo de "mejor") se producen, con una exactitud cuasi de reloj suizo, cada 250 años, más o menos.
Y digo también que me ha resultado decepcionante porque el profesor Niño Becerra, después de dar todos los capotazos habidos y por haber al toro de las crisis económicas, en forma de introducciones, antecedentes históricos y explicaciones utilizando un lenguaje claro y sencillo, se pierde (bueno, él no se pierde; me pierde a mí, más bien...), a la hora de entrar a matar, en un lenguaje mucho más técnico y eufemístico cuando se trata de contar qué es lo que va a pasar (que, en el fondo, es lo que le hace a uno comprarse el libro, qué quieren que les diga).
Además, creo que se equivoca, en alguna cuestión, al tomar el rábano por las hojas y caer en un determinismo que parece más ideológico que fruto de conclusiones lógicas; de alguna forma, el profesor Niño Becerra afirma, una y otra vez, que las cosas son como han sido y serán como serán, porque no podían haber sido y no podrían ser de otra manera (imagino que el hecho de que las crisis sistémicas en la economía se repitan cada cuarto de milenio casi puntualmente puede ser uno de los factores que le lleva a tal conclusión), pero la realidad es que el hecho de que los seres humanos hayan caído, una y otra vez, y a lo largo de la historia, en los mismos errores (o parecidos), no significa necesariamente que las cosas no pudieran haberse hecho de otra manera (de hecho, cuando algo se califica como "error" es porque hay, o había, otra alternativa -que no se escogió, por la razón que fuese- que puede ser calificada como "acierto").
Pero, al margen de estos desencuentros en cuanto a qué cabe achacar lo ocurrido o por ocurrir, y la decepción por el lenguaje especializado y críptico a la hora de describir lo que nos espera (decepción, como ya digo, agrandada por el hecho de que el catedrático demuestra que, cuando quiere, sabe expresarse de forma que todos le entiendan), lo cierto es que hay una serie de ideas en el libro que me parecen relevantes y dignas de ser señaladas (y ampliadas)
1- En todas las crisis sistémicas de la economía se ha buscado una causa o un culpable (algo o alguien circunstancial y accesorio con un papel, en realidad, irrelevante o, como mucho, simbólico) para no tener que señalar las verdaderas causas y los verdaderos culpables (si les viene la palabra "zapatero", "controladores aéreos", o "funcionarios" a la cabeza, entenderán que esto está pasando ahora también).
2- Que la gente se ha dedicado a vivir en un mundo de fantasía gastándose (y con poco seso, además) dinero que no era suyo, sino del banco que se lo había prestado. Ahora toca devolver la factura (y suele suceder que unos pocos -que suelen ser los mismos- devuelven la factura de todos, como ha vuelto a demostrar hoy el presidente del gobierno con las "medidas" que ha anunciado).
3- Que las medidas tomadas por los gobiernos de las llamadas "democracias occidentales" (subidas de impuestos, financiación de las grandes empresas, corporaciones, multinacionales y bancos con dinero expoliado al contribuyente) no han hecho sino maquillar las cifras macroeconómicas durante unos meses mientras las pymes eran, literalmente, arrasadas por un entorno económico hostil, creando (España es un ejemplo palmario) parados por millones. Por supuesto, el autor del libro no entra en ningún momento a insinuar que todo esto se haya hecho a propósito y con plena conciencia de las consecuencias que traería, pero no sería de extrañar que así fuera.
4- Que, en el "nuevo orden económico" que surgirá de las cenizas de éste, las grandes corporaciones tendrán un papel aún más relevante que en el actual. Esto es totalmente lógico: con las pymes arrasadas y millones de personas en el paro, el terreno está preparado: las grandes empresas (que han sido financiadas por los gobiernos con nuestro dinero con el pretexto de "salvar la economía" -la de sus amigos, se entiende) se van a encontrar con gran parte de la competencia destruida y eliminada (gracias a los mismos gobiernos, también), y con millones de personas hipotecadas (mordieron el cebo del dinero fácil, qué le vamos a hacer) y sin empleo dispuestas a aceptar cualquier tipo de contrato (y no es difícil preveer que se cambiará la legislación para permitir tipos de contrato aún más abusivos que los ya existentes).
5- Habrá menos necesidad de mano de obra porque se buscará la eficiencia (o sea, salarios más bajos) y la productividad (o sea, trabajar más horas) ante todo (y, con 5 millones de parados disponibles para reemplazarle a uno en un santiamén, que proteste el que tenga lo que hay que tener). Para producir lo mismo que ahora, se utilizará a menos gente. Sobrarán, como siempre, los menos cualificados. En los países de economía de baja productividad (España, sin ir más lejos) un 20-25% de la población estará perennemente en paro y subsidiada (y, escribiendo estas cosas, se entiende perfectamente ahora la necesidad y oportunidad de un sistema educativo como la LOGSE, que moldease las mentes de tantos millones de españoles para convertirles en carne de cañón dispuestos a caer en la trampa del crédito fácil para luego resignarse a trabajar por cuatro duros de sol a sol o vivir subsidiados toda la vida, en casa de los padres -la eutanasia del abuelo o el progenitor anciano le resultará muy útil a muchos en todo este panorama, como pueden ver; "todo está conectado", dice el profesor Niño Becerra, y tiene razón).
5- El papel del estado disminuirá: eufemismo del profesor Niño Becerra para hacernos entender que el llamado "estado de bienestar" (que ya existía antes del actual régimen demócrata-liberal que padecemos en España y que lleva desmontándose paulatina pero incesantemente desde hace más de 30 años) se acabará (las "medidas" anunciadas hoy por el presidente del gobierno son un paso más en este sentido). También tiene su lógica (y esto lo digo yo, no él): la compra de votos con dinero ajeno (subsidios, pensiones no contributivas, subvenciones) fue necesaria cuando la población no estaba tan fanatizada como ahora. Teniendo en cuenta que, después de 30 años, la población ya está suficientemente fanatizada y fidelizada a una de las dos facciones del partido único, ya no es necesario comprar su voto con "derechos sociales": basta con tener bien engrasada-con dinero ajeno, como siempre- la maquinaria que, en forma de sindicatos, plataformas y medios de comunicación, alimenta ese fanatismo (por eso se recorta en salarios, medicinas y ley de dependencia mientras los privilegios de las correas de transmisión de la ideología del régimen no se tocan, ya que son las que mantienen a la gente votando a PP y PSOE -o contra PSOE y contra PP, como quieran llamarlo).
6- El profesor Niño Becerra, tras pasar de puntillas -lingüísticamente, hablando- sobre el panorama que nos espera (viene a decir, de forma muy diplomática, algo así como que "Las uvas de la ira" va a parecer una película familiar navideña de la Disney en comparación con lo que se acerca), recuerda (es de agradecer también esta forma de ver las cosas a vista de pájaro) que de peores hemos salido (eso sí, a veces a un precio muy alto: del 29 se salió gracias a la II Guerra Mundial). ¿Y cómo ocurrirá todo? Pues, según el profesor Niño Becerra, de la noche a la mañana, como en el 29:
"La crisis, la verdadera crisis, cuando estalle, a mediados del 2010, será tremenda, paralizante, una auténtica caída a plomo; será deflación, depresión, nada comparable a pasadas recesiones que usted haya vivido. Será algo semejante al sentimiento que se refleja en los rostros de las gentes que muestran las imágenes tomadas durante la Gran Depresión. Unos rostros que, si nos hablasen, aunque lo hiciesen con las palabras de los años treinta, en realidad estarían hablándonos con las de mañana".
8- Lo que no acaba de decir el profesor Niño Becerra con suficiente claridad, es que la situación a la que nos enfrentamos quizás no tenga precedente alguno en un sentido muy concreto: las masas de desesperados serán más peligrosas que nunca: estarán compuestas -en gran parte- por los mismos analfabetos funcionales formados por la LOGSE que, creyéndose la generación más afortunada de la historia del mundo -la única con todos los derechos, pero sin ningún deber ni obligación- se han acostumbrado a un tren de vida (vacaciones en el Caribe, viajes a capitales europeas en un puente, piso, coche caro) muy por encima de sus posibilidades (y casi las de cualquiera). Un tren de vida que su mentalidad logsiana y porqueyolovalguista ha asumido como un derecho de nacimiento y que ahora perderán (ya lo empezaron a perder, de hecho) con la misma facilidad con la que a un niño se le quita una piruleta de la boca. Para la generación formada en la LOGSE, ganar 700 euros al mes y vivir como si ganases 7.000 (o ganar 7.000 por poner un ladrillo encima de otro) es la forma "normal" del funcionamiento de las cosas (los que se quedaron sin trabajo y sin nada tras el crash del 29 tenían asumido que, si ganabas 700 al mes, lo normal era vivir como si ganases 700 al mes). Y, ahora que las cosas ya no van a funcionar así (si tienen la suerte de volver a ganar, en algún momento de su vida, 700 euros al mes, no podrán volver a vivir como si ganasen 7.000 -ni siquiera como si ganasen 750), se preguntarán que ha pasado. Y buscarán culpables claro (y, como buenos logsianos, la culpa de lo que les ha pasado la tendrá cualquiera que pase por allí, excepto ellos).
Y no duden, por supuesto, que los mismos que moldearon sus mentes, y les dejaron saborear la piruleta del dinero fácil para quitársela después, se presentarán como sus salvadores tras señalarles, oportunamente, los "culpables" de todo.
SOBRE HOY, 20-N.
Hace 2 días
1 comentario:
Muy buena entrada en general, pero en particular el último punto retrata con exactitud absoluta el ganado que tenemos.
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