En facebook he podido leer, estas dos últimas semanas, un gran número de mensajes en los que se hace hincapié, por un lado, en el coste de la visita de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, a Madrid; y, por otro, en los supuestos beneficios económicos que podría reportar el gasto que realizarán, durante su estancia, los asistentes al evento (no sólo en Madrid, sino en otras ciudades en cuyas diócesis han sido acogidos).
No sé dónde ni cómo ha aparecido ese máster intensivo de contabilidad que, en tan pequeño lapso de tiempo, ha permitido a tanta gente adquirir los conocimientos necesarios para calcular el montante total del coste de la visita de Su Santidad a Madrid. Lo cierto es que, a todo el que hace los cálculos, le salen números redondos (creo recordar cifras como 50 y 100 millones de euros). A nadie le han salido 142, 87, ni 63 millones de euros. Toda una suerte, dado que así los cálculos son mucho más sencillos.
Pero eso no es todo: ese mismo master de contabilidad permite, no sólo adquirir los conocimientos necesarios para hacer cálculos tan complejos (y de resultado tan redondo, afortunado y sencillo de recordar), sino que también permite predecir el futuro.
En efecto, ya se sabe la cuantía de los beneficios económicos que dejará la visita del Sumo Pontífice a la villa del oso y el madroño (y aquí sí que he podido ver
una gran unanimidad): 100 millones de euros. Ni 99, ni 101. 100 (
Deo Gratias una vez más, que de cálculo mental anda uno oxidadillo últimamente).
A mí, por un lado, si los gastos de la visita del Papa han corrido, en su totalidad, de parte de instituciones y/o empresas privadas, me parece muy bien. Como decía mi bisabuela, que en paz descanse (y perdonen ustedes la escatología): "
El dinero y los c***nes,
están para las ocasiones".
Pero, por eso mismo, si tan magno evento le hubiese costado un buen dinerillo a las arcas públicas, no me parecería muy bien, sino que me parecería perfecto. Que ésta, y no otra, es la función del estado: velar por el Bien Común. Y es que, al igual que a los soldados se le supone el valor, también a una visita del vicario de Cristo en la Tierra se le supone una importantísima contribución a dicho Bien. Así que no acabo de entender que se resalte, a modo de justificación (lo entendería como reproche o crítica), que a las arcas públicas no les va a costar ni un céntimo la estancia de Benedicto XVI en Madrid, ni los eventos que la acompañan.
E, igualmente, no sé de dónde ha salido la redonda y rimbombante predicción de los 100 millones de euros de beneficios (se supone, por tanto, que los ingresos serán muy superiores) que dejarán los visitantes en Madrid y otras ciudades de España. Me da que ha podido originarse en el mismo "master online" de donde salen los pronósticos que, periódica e invariablemente, predicen 1´5 millones de asistentes y 700 "autobuses venidos desde distintos puntos de toda España" para todas las manifestaciones convocadas por las organizaciones satélites del gran partido de la derecha en España. Pero el caso es que me gustaría saber dónde adquirieron semejante bola de cristal, ya que me vendría muy bien para hacer las cuentas del mes que viene sin tener que recurrir a una dieta forzosa de arroz blanco y pasta hervida a partir del día 25.
Y es que hay reflexiones (y no digo que sean malintencionadas, pero sí que afirmo que siguen la corriente del
espíritu de los tiempos) que, planteadas como defensa, más bien parecen un insulto. No me imagino a nadie cayendo en el absurdo de calcular los millones de sextercios de beneficio económico que pudo haber traído a Salamina, Efeso o Tesalónica la visita de San Pablo (cuyos viajes también corrieron a cargo de
iniciativas privadas; si no la suya propia, la de amigos, benefactores o fieles). O intentando evitar la decapitación del Apóstol de los Gentiles apelando a los gastos que originaría la
mano de obra de la ejecución de la pena (confieso que no sé si los verdugos que se dedicaban a tales menesteres trabajaban a sueldo o a destajo) o la limpieza de la sangre sobre los adoquines o el mármol.
Son argumentos absurdos, que acaban siendo aprovechados por los enemigos de la Fe. Al fin y al cabo, la principal línea propagandística de éstos al atacar a la Iglesia es - ¡precisamente!- presentarla como un negocio que arroja pingües beneficios económicos. Pero no se originan en el vacío, sino en el caldo de cultivo de una época en la que (como dijo uno que ustedes ya conocen)
"la economía lo es todo", y en la que el poderoso caballero al que apelan (tanto unos como otros) para justificar o criticar una persona, un acto o una institución (incluso una que es Santa, Católica y Apostólica) no es otro que el de
la conocida letrilla satírica del gran Francisco de Quevedo.
3 comentarios:
Els doblons y el c*j*ns, per las ocasions.
Mucho mejor en catalán.
¡caramelos, chicles, pipas! ¡ropa interior y exterior, con la marca registrada JMJ genuina! ¡para el niño y la niña! ¡compren, vamos, que hay que llegar a los 100 millones!
La Iglesia tiene que replantearse muchas cosas y una de ellas es la organización de estos eventos que al final acaban derivando en un circo, los peregrinos son los que hacen cientos de kilómetros a pie en el camino de Santiago y no lo que se está viendo en estas fechas en Madrid.
Fdo Nathanbforrest
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