jueves, 20 de mayo de 2010

Toma de conciencia.

Conversación 1:

Me cuenta un amigo el siguiente caso:

Su prima quiere comprarse un piso (que es como llama la gente en España a "endeudarse de por vida con un banco") con su novio/marido. Van los dos con sus suegros al banco para pedir la hipoteca, y el banco no acepta como aval el piso de los suegros. Quieren, como aval, además del inmueble hipotecado, una nómina de cierta cuantía (cuantía a la que, por lo que se ve, no llega la pareja que desea empepitarse -en el mejor momento, como pueden ver).

Lo primero que se me pasa por la cabeza: En España no sólo hemos vivido en una burbuja inmobiliaria. Seguimos, aún, viviendo en una burbuja de fantasía.

Lo que me dice mi amigo: "¡Los bancos ya no quieren pisos, ché! ¡Los bancos quieren liquidez!".

Lo que suelto sin pensar (y luego me arrepiento, porque mi amigo y su mujer se metieron en un piso hace tiempo y tienen sus sueldos hipotecados, y a mi amigo se le ensombrece el gesto cuando me oye): "Oye...entonces, si los bancos ya no aceptan pisos como aval, ¿cuál es el valor real en el mercado de los pisos en España en este momento, y cuál será dentro de unos meses?".

Por cierto (y no sé si este dato es relevante, porque igual le hubiesen dicho lo mismo a su prima en cualquier parte), la entidad bancaria en cuestión era Bancaja.

Un inciso: Esto de los padres nuncabajistas que ponen su piso como aval - con consecuencias dramáticas, en bastantes casos- para que el hijo pueda solucionar su vida endeudándose con el banco para siempre, me hace plantearme otra pregunta (quizás me la haga demasiado tarde, pero es ahora cuando me ha venido a la cabeza): Si tú pides a un banco 200.000 euros prestados para comprar un piso y el banco te pide algo más, aparte de ese piso, como aval, ¿no es eso un indicio de que el piso que quieres comprar en realidad no vale los 200.000 euros que quieres pagar por él?.

Conversación 2:

A punto de entrar en una tienda de ropa en el centro de la ciudad, me encuentro con una amiga. Está embarazada de su segundo hijo (el mayor tiene ya un par de añitos) y trabaja en una conocida empresa regional de la que ya es vox populi que cerrará en poco tiempo (de hecho, debería haber cerrado hace mucho, pero el gobierno regional decidió seguir la política zapateril de vaciar las arcas públicas para seguir manteniendo el cadáver del Cid encima del caballo durante unos años más; al final, sólo han conseguido arruinar aún más las cuentas de la comunidad autónoma para retrasar lo inevitable). Su marido es topógrafo y, de un tiempo a esta parte, no ha podido encontrar trabajo en la región, así que trabaja lejos de aquí (viene los fines de semana).

Se metieron en un piso (me viene a la mente la cifra "40 millones"; era la belle époque celtíbera de hace unos años y todo el mundo hablaba de millones y de pisos a todas horas, por aquél entonces) en un inmueble rehabilitado, con un aspecto muy bonito (al menos, la fachada), en una calle cercana.

Le pregunto por su marido (a quien aprecio mucho) y hablamos de los inconvenientes de que él trabaje fuera (y tan lejos) con un niño pequeño y otro en camino. Cuando iba a soltar alguna frase (muy tópica, lo reconozco) acerca de problemas pasajeros que ya se resolverán (aunque no sepa uno cómo), mi amiga suelta:

"Las cosas están mal. Y ojalá se queden así y no empeoren".

Lo dice con voz temblorosa, mientras los ojos se le humedecen. Se despide súbitamente mientras consigue esbozar media sonrisa con gesto de esfuerzo.


Parece que fue hace mil años, pero ocurrió hace más bien poco. Durante unos años, en España, se hizo prácticamente imposible que pasasen diez minutos sin que surgiese el mismo tema de conversación: los pisos, su revalorización en el mercado, lo que uno se "había comprado" -el entrecomillado va con toda la intención- por allí o lo que otro había vendido por allá, (sacándole al piso nosecuántos millones).

De pronto, y casi de la noche a la mañana, esas conversaciones cesaron. Creo que me di cuenta con bastante retraso. Será porque esas conversaciones me resultaban aburridas y pesadas. Pero un día se lo pregunté a un compañero en el trabajo: "¿Te has dado cuenta de que hace tiempo que nadie habla de pisos?". Me parece que fue a finales del 2006 o principios del 2007.

Desde entonces, el asunto de "los pisos" (y su precio), se convirtió en algo que todo el mundo parecía querer ignorar y de lo que nadie parecía querer hablar ya. Entonces empezaron los comentarios sueltos en los que, de vez en cuando, alguien decía que "los bancos han hecho locuras" o "la gente se ha metido en más de lo que podía". Estos comentarios, en general, eran acogidos con mutismo absoluto por casi todo el mundo (como mucho, con algún gesto de asentimiento con desgana y desagrado) y se cambiaba rápido de tema (es en momentos así cuando el fútbol cumple con su verdadera función, no se engañen).

Han sido años en los que millones de españoles, probablemente, han ido tomando conciencia, mientras subían los tipos de interés y los pisos empezaron a dejar de venderse por un precio superior al de compra (o, directamente, a dejar de venderse), de lo que supone realmente hipotecar un sueldo -y, especialmente, el porcentaje de su sueldo que han hipotecado, en general, los españoles- durante 30 años (o más). La deuda que parecía casi un privilegio cuando era tomada como garantía de enriquecimiento futuro pasó a ser percibida, como lo que realmente es: una pesada losa sobre la espalda (eso, en el mejor de los casos; es decir: suponiendo que puedas pagarla).

Sin embargo, no ha sido hasta ahora cuando he empezado a presenciar conversaciones como las reseñadas arriba. Creo que ver al presidente del gobierno, al optimista antropológico por excelencia y antonomasia, hablar de "recortes" (la nueva palabra maldita; ríanse ustedes de "fascismo" o "ultraderecha"), de bajadas de sueldos, de frenazo total de la obra pública y de subidas de impuestos o congelación de las pensiones ha podido suponer una súbita toma de conciencia, por parte de muchos, de la auténtica gravedad de la situación.

Lo corroboró, dando el rejonazo definitivo, y para que todo el mundo se enterase, el ministro de Fomento (que no es precisamente un modelo de sinceridad), en un programa el pasado sábado por la noche: no tuvo inconveniente en reconocer (vean el vídeo) que el origen de los problemas de la economía española está en esa enorme estafa piramidal llamada "burbuja inmobiliaria". Y escuchar a un ministro decir tan claramente esta obviedad, cuando todo el mundo lleva siete años (por lo menos), negándola, (incluso Felipe González dio la callada por respuesta cuando Iñaki Gabilondo le mencionó la madre de todas las burbujas en una entrevista hace dos semanas) le ha puesto los pelos de punta a un servidor.

Que escuchar a un político mentir puede llegar a dar miedo. Pero escucharles, finalmente, reconocer la verdad, da más miedo todavía.

14 comentarios:

Gonzalo GY dijo...

Desde luego es espeluznante.

Me quedo con esta frase: "Lo primero que se me pasa por la cabeza: En España no sólo hemos vivido en una burbuja inmobiliaria. Seguimos, aún, viviendo en una burbuja de fantasía."

Así es. Yo, con la mala leche que gasto, cuando alguien habla de lo que va a pagar por el piso que se acaba de comprar, suelo soltar cosas del tipo: "Date prisa en tener niños y mételos a currar a los 15 años, que eso no lo vas a poder pagar ni de coña."

Me has dado el pie que buscaba para escribir de un asunto. A ver si tengo tiempo esta tarde o mañana.

Conrad López dijo...

Me sumo a las palabras de Gonzalo. Por otro lado, también yo percibo cada vez más el ambiente que describes, Museros. Y, sin embargo, creo que aún estamos lejos de llegar a una "toma de conciencia" real. El personal no tiene ni puta idea de dónde nos estamos metiendo, y la prueba es que todos hablan de recuperación en el plazo de (el más pesimista) 2 o 3 años. Esto va a ser mucho más largo, mucho más profundo y mucho más duro de lo que la gente quiere creer.

DasGretchen dijo...

Qué interesante esto que cuentas. Y qué espanto.
Gracias por explicarlo de forma que podamos entenderlo todos Museros. ¡Saludos!

Seneka: Qué interesante tu comentario. No quiero ser pesada, pero ¿podrías ser más explícito? ¿Te refieres a España en concreto o a Europa en gral.?

Fray_Fanatic dijo...

Teníamos un país increíble en el que un gruísta de 20 años ganaba 2,5 veces lo que un abogado del BBVA. Y además se compraba un BMW y un adosado.

A mí lo que me preocupa es precisamente que el choque entre fantasía y realidad haga arder España estilo Argentina. Porque va a ser tremendo.

Museros dijo...

Gonzalo:

El autoengaño que ha hecho picar a millones de españoles ha sido el mismo que en cualquier otra estafa piramidal: Pagar lo que sea por algo justificándolo con la absurda creencia de que eso se revalorizará infinitamente (y, que si quieres "salirte" de la pirámide -o sea, vender el piso por lo mismo o más de lo que pagaste por él- lo puedes hacer en cualquier momento sin problema).

Se llamen sellos, bulbos de tulipán, acciones (crash del 29) o inmuebles (España, 1986-2011), siempre funciona igual.

Séneka:

Totalmente cierto. Los españoles nos alimentamos de tópicos narcisistas y triunfalistas ("Aquí se vive como en ningún sitio", "Europa nos envidia", "Científicos españoles descubren -por enésima vez esta semana- un remedio contra el cáncer", "Tenemos el sistema financiero más sólido del mundo"). Los medios de comunicación también han ayudado todo lo que han podido, a políticos y banqueros, a mantener el engaño (y a justificar con mentiras lo que ocurrirá).

Das Gretchen:

Muchas gracias. Por si Séneka no tiene tiempo de explicarlo estos días, me atrevo a resumírtelo en un par de frases: Lo que pasa, y pasará en España, no es cuestión de macrociclos superestructurales megaeconómicos ni nada de eso. Se debe, simplemente, a que las deudas, hay que devolverlas. Y los españoles nos vamos a pasar los próximos 15-20 años dedicando una parte importantísima de nuestros menguantes ingresos a devolver deudas (pública, mediante impuestos, y privada, mediante hipotecas).

Fray Fanatic:

Lo cierto es que esta amiga mía embarazada y su marido son gente más "normalita" (aunque seguro que, desde el punto de vista de cualquier europeo, lo de hipotecarse durante 30 años tiene bien poco de "normal"). Han tardado más en tener problemas que los peloceniceros que mencionas (que fueron los primeros en empezar a caer, hace ya años), pero las aguas continúan subiendo y también les están alcanzando.

30 años es mucho tiempo. Y puede pasar de todo, incluso de la noche a la mañana.

Anónimo dijo...

Museros:

Creo que un antiabortista como tú no debería usar frases del tipo "Un niño pequeño y uno en camino", "Estaba embarazada", etc.

Hay que decir: "Con dos niños pequeños, uno no parido"; "Era madre gestante", u otras frases parecidas, que tiendan a personalizar al niño.

Museros dijo...

Hola, Luigichido.

Comprende que son frases hechas que se dicen así y ya está. Pienso que no tienen nada que ver con la desgraciada proliferación del aborto porque, al fin y al cabo, se han dicho así toda la vida cuando la gente no abortaba ni el aborto estaba permitido. El lenguaje despersonalizador ha venido después, a partir de otras expresiones (ni siquiera se le llama "niño", por ejemplo).

Un saludo.

Conrad López dijo...

Bueno, aparte de lo que comenta Museros (que es así), la cosa va más allá porque se trata de un fenómeno a nivel mundial.

La crisis que vivimos se recrudecerá y la gente, que sólo piensa en sus posaderas al minuto, no se dará por enterada hasta que llegue el momento en que el nivel de consumo ya no se pueda mantener ni por medios artificiales.

DasGretchen dijo...

¡Gracias a ambos!

Anónimo dijo...

Museros:

Al niño intrauterino nunca se le ha protegido ni valorado en realidad tanto como al niño ya parido, y eso en parte se debe a esas frases que, aunque estén arraigadas en el lenguaje, si nos lo proponemos,las podemos corregir.

Llamarle "embarazo" o sea "problema" al hecho de portar un niño en el vientre, es el primer paso para que a la gente le venga a la mente la idea de "desembarazarse".

Pero en fin: dejemos la digresión.

Saludos

Alfonso dijo...

No sólo eso MUSEROS. DACIONES EN PAGO: devuelves al Banco un piso que se valora en la mitad de lo que costó en su momento. Bien, pues te quedas sin piso y encima tienes contraida una terrible deuda con el Banco ¿No debería finalizarse la deuda toda vez que has devuelto el inmueble sobre el que se hipotecó? No, en España no ¿Sólo tiene responsablidad el comprador sobre una operación que ha acabado mal? Sí, en España sí ¿No tiene responsabilidad civil e incluso penal aquellos que han estado dando créditos a diestro y siniestro? Que yo sepa no. Desconozco como funcionan los créditos hipotecarios en el extranjero.

Pues así miles de personas. Y sigue.

Un cordial saludo,

Dios nos coja confesados.

Museros dijo...

Hola, Alfonso.

Perdona que tardase tanto en contestar tu comentario.

En España, cuando un banco te presta 200.000 euros, tienes que devolverle 200.000 euros más intereses. No 200.000 ladrillos, sino 200.000 euros (que es lo que el banco te prestó).

Si el crédito es hipotecario, el banco puede disponer, si se dan ciertas condiciones (retraso en el pago de las cuotas de devolución del préstamo), del bien hipotecado para obtener liquidez con la que disminuir o cancelar -si fuese posible- la deuda.

Lo injusto no es que el banco le pida a uno pida que devuelva lo que pidió prestado (y a lo que se comprometió con su firma, sin que nadie le apuntase con una pistola en la sien). Lo injusto es cómo se ha conseguido que mucha gente pague una fortuna por algo que no lo vale (bien inmobiliario).

Todas las estafas se basan en lo mismo: en convencerte de que pagues una fortuna por algo creyendo que luego lo podrás vender (y sin problema alguno) por mucho más dinero de lo que lo compraste. El cebo es, en realidad, la avaricia del timado. En el timo de la estampita, el timado paga 3.000 euros (por ejemplo) por un sobre en el que cree que hay 6.000. En el asunto de Afinsa, la gente pagó 600 euros por sellos que valían 6 porque creía que otro se los compraría por 700 al año siguiente. En el timo inmobiliario, la gente ha pagado 300.000 euros por unos ladrillos que valen 100.000 porque cree que los revenderá por 400.000 cuando quiera.

El banco, en este caso, hace de cómplice del timador (igual que el "transeúnte que pasa por allí", en el timo de la estampita, te aconseja que le compres por cuatro duros al "tonto" el sobre con dinero), pero simplemente te presta el dinero y luego te pide que se lo devuelvas. Es lo que siempre han hecho los bancos: prestar dinero y exigir su devolución con intereses. Nada malo tiene eso. Lo malo es para qué lo han prestado (y sabiendo para qué era).

Siguiendo con el timo de la estampita: imagínate que un banco, sabiendo que el "tonto" lleva el sobre lleno de cromos de futbolistas, te presta 3.000 euros para que se lo compres. Luego descubres que el sobre no lleva (como tú creías) 10.000 euros, sino un montón de papelitos. Entonces vas y le dices al banco que no le devuelves 3.000 euros más intereses, sino que se quede, en pago de la deuda, con el sobre lleno de cromos.

Pues eso es lo que está pasando. Porque, todos los que se han hipotecado por encima de sus posibilidades creyendo que siempre podrían vender el piso por más dinero de lo que lo compraron, ¿acaso pensaban repartir beneficios con el banco si eso ocurría?.

La avaricia del timado no justifica ni a timadores (promotores, constructores) ni a cómplices (bancos, gobierno), pero tampoc exime al timado de asumir la responsabilidad y las consecuencias de las decisiones que tomó.

Alfonso dijo...

Excelente explicación. Gracias. Punto de vista contrario.

No obstante, me hago la siguiente pregunta ¿no tiene el Banco alguna responsabilidad al aprobar una operación hipotecaria? En mi opinión es corresponsable.

Museros dijo...

Hola, Alfonso.

Sí, claro que el banco tiene su responsabilidad. En España, los bancos y cajas han ignorado las normas más elementales y básicas de prudencia y sentido común a la hora de conceder hipotecas a quien se sabía que no podría hacer frente a las cuotas en algún momento.

Siguiendo con lo que a uno le cuentan (directa e indirectamente) son legión ahora los empleados de entidades bancarias que afirman que tenían órdenes de hacerle una hipoteca hasta al tato. Incluso, se habla de cómo, para cumplir cuotas que se exigían (en su momento, ya no), algunos empleados de bancos y cajas no dudaban en falsear la nómina o el patrimonio del aspirante a hipotecado para poder cuadrar las cuentas y que el veredicto del programa informático que calculaba el riesgo fuese favorable.

Eso, por supuesto, por no hablar de las tasaciones intencionadamente infladas para poder conceder hipotecas por hasta el 120% del precio (que no "el valor") del inmueble.

Lo que quiero decir es que los estancos venden tabaco a todo el que lo quiera. Y unos fuman y otros no. Los bancos son tan culpables de la crisis inmobiliaria como los estancos del tabaquismo.

La dación en pago supone una forma de obligar a los bancos a que se autocontrolen y sean estrictos a la hora de conceder préstamos hipotecarios, así que no es mala idea en absoluto.

Pero lo que estamos viendo ahora es lo que tenía que llegar: Igual que los estafados por los "expertos filatélicos", después de presumir de su gran inversión, exigieron que el estado (o sea, tú y yo) se hiciese cargo de sus pérdidas, ahora los inmoestafados que consideraban su inversión infalible le echan la culpa a los bancos (y hasta piden que los demás nos hagamos cargo de su deuda hipotecaria). Y lo irónico es que, si el banco no les hubiese concedido la hipoteca en su momento, hubiese ardido Troya.

Pero así son muchos "inversores" españoles: cuando les sale rana el asunto, que el estado (otra gente) se haga cargo de las pérdidas. Y si gano dinero, para mí , que me he arriesgado, oye.

No poder afrontar los plazos de devolución de un préstamo es algo que no se lo deseo a nadie, lógicamente. Pero es indudable que todos debemos afrontar (nos guste o no) las consecuencias de las decisiones que tomamos con nuestro dinero. Al fin y al cabo, si yo pierdo una pasta gansa en la bolsa, seguramente me acordaría de toda la familia (viva o ya fallecida) del broker cuyos consejos decidí seguir, pero de ahí a pedir que el estado me dé el dinero que perdí va un trecho.

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