Que el numerito del pañuelo de la niña mora no ha sido una jugada espontánea (¿hay algo espontáneo en las noticias que dan los medios, aparte de los terremotos y los huracanes?) lo ha acabado de demostrar la trampa preparada como salvación y alivio para los que se han asustado con el asunto.
Como ya se ha reseñado, no querer renunciar a la premisa de que todas las religiones merecen igual trato por parte del poder secular, lleva, a los que así razonan, o bien a defender a todos los símbolos religiosos por igual, o bien a rechazarlos todos para que no se arme gresca, cuando, en realidad el debate (parafraseando una de las expresiones favoritas de los políticos españoles) no es "símbolos religiosos sí o símbolos religiosos no", sino que hay razones por las que hay símbolos religiosos que sí pueden (y deben) ser permitidos y otros que no pueden (ni deben) serlo.
Y ha resultado ser (nada menos) que doña Esperanza Aguirre la que estaba esperando, con la puerta de la jaula abierta y las llaves en la mano a los confusos que, puestos ante sus propias contradicciones al ser preguntados (con toda la razón) que a qué venía protestar por la retirada de los crucifijos en las aulas y ahora quejarse de que una niña musulmana llevase un pañuelo en la cabeza, no sabían por dónde tirar.
Doña Esperanza ha puesto como argumento (impecablemente democrático, todo hay que decirlo) para no permitir a la niña llevar el pañuelo en la cabeza...que así lo ha decidido por mayoría aplastante el consejo escolar. Pero (¡ojo!), aquí todos moros o todos cristianos (nunca mejor dicho): doña Esperanza explica que, en ese colegio, no pueden cubrirse la cabeza ni los musulmanes...ni los cristianos. De tal guisa que, si una monja quiere ir vestida de monja (pocos casos quedan, por desgracia), no podrá poner el pie en ese colegio (además, recalca que ésta es la postura de su gobierno desde hace tiempo).
Por supuesto, si lo afirmado por la presidenta de la Comunidad de Madrid hubiese sido argumentado por (pongamos por caso) el ministro de Educación, el de Justicia o el presidente de la Junta de Andalucía, se estaría hablando de persecución religiosa contra los cristianos (cierto) y quién sabe si no habría ya convocada una manifestación contra los malvados socialistas que no quieren dejar que las monjas vayan vestidas de monjas cuando entran en un colegio (manifestación que, por supuesto, contaría con la asistencia de doña Esperanza).
Sin embargo, como ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid la que ha esgrimido el democrático argumento de que la conciencia o las creencias religiosas no pueden servir de excusa para no cumplir la normativa vigente (aunque sea la emanada de un consejo escolar), el testigo no ha tardado en ser recogido y los argumentos, repetidos: La niña no puede llevar el pañuelo porque las normas que nosotros nos hemos dado a nosotros mismos así lo contemplan (y doña Esperanza es jaleada por los mismos que, cuando de los políticos socialistas se trata, tanto interés ponen en defender el derecho a la objeción de conciencia, se supone que sin darse cuenta de hasta qué punto, ahora, se están pillando los dedos).
Pero, claro, si uno firma el pacto faústico ofrecido -como quien no quiere la cosa- por la presidenta de Madrid y el argumento que uno emplea para que se prohiba un símbolo religioso que no le gusta es la supremacía inapelable de las leyes y normas civiles sobre la conciencia individual, la resistencia a la llamada "ley de libertad religiosa" (o cualquier otra ley) que prepara el gobierno socialista ya ha quedado desactivada incluso antes de comenzar la refriega. Ninguna legitimidad (y así se lo recordarán puntualmente los socialistas) tendrán los que ahora se refugian en este argumento para protestar luego cuando el gobierno del malvado Zapatero diga exactamente lo mismo que dice ahora Esperanza Aguirre: que las leyes y normas vigentes son las mismas para todos y que nadie puede apelar a la conciencia individual para no cumplirlas.
De hecho, como es habitual, se presenta a los malvados socialistas como padres de una idea (la eliminación de símbolos religiosos) que ya viene siendo aplicada (como orgullosamente recuerda doña Esperanza) por el PP desde hace tiempo allí donde gobierna. Es más, los peperos (como siempre ocurre) acaban yendo mucho más lejos que los socialistas: al fin y al cabo, éstos hablan únicamente de prohibir símbolos religiosos en los llamados "espacios públicos", pero no el uso individual de los mismos. En cambio, los peperos (aplaudidos por los que claman "¡persecución anticristiana!" cuando de los socialistas se trata) presumen incluso de prohibir el uso individual de símbolos religiosos si así lo decide el consejo escolar (y, a tenor de esto, ¿quién es el "mal menor"?).
Porque la lógica de doña Esperanza es muy sencilla de entender: si el consejo escolar decide prohibir los collares y colgantes, nadie podrá entrar al colegio con una medalla de la Virgen de Fátima o un crucifijo colgado del cuello. ¿Capisce?.
Así que ya saben: huyan como la peste de los malvados sociatas que quieren quitar los crucifijos de las paredes de los ministerios (si es que queda alguno) y prohibir los belenes en los vestíbulos de los colegios y échense en brazos de los que, no sólo harán todo eso llegado el momento, sino que, además, le prohibirán (ya lo hacen, de hecho) a usted y a sus hijos llevar una cruz al cuello si así lo decide un órgano asambleario escolar.
Y ahora llámenlo, si quieren, "proyecto ideológico de Zapatero".
PS: Diga algo, don Benigno. Y usted, señor arzobispo, no se esconda, que le veo.
SOBRE "EL KIT."
Hace 6 días