Hace años, la Comunidad de Madrid abrió un expediente administrativo por falta muy grave al abortorio Isadora. Seguro que recuerdan la razón: en el exterior del abortorio fueron descubiertos los cadáveres de varios nascituri asesinados al amparo de una ley equilibrada y consensuada, mezclados con el resto de la basura.

El expediente administrativo fue abierto, naturalmente (porque, según un beodo bromista y amigo de las frases ingeniosas, vivimos en el peor de los sistemas políticos conocidos, una vez descartados todos los demás), no por el asesinato impune de niños aún por nacer (que eso sólo se hacía cuando en España no había "derechos" ni "libertades"), sino por permitir que dichos cadáveres estuviesen en el mismo contenedor que las cáscaras de naranja, los huesos de pollo y los envoltorios de chicle (entre otras cosas). Porque en Madrid (y en España) somos así de humanos y comprensivos: te descuartizamos o te abrasamos con potasio, pero tu cadáver lo echamos en un contenedor diferente, para que veas que nos preocupamos por tí.
El caso es que el expediente administrativo al abortorio Isadora por no reciclar adecuada y progresistamente la basura (tal y como se debe hacer en las sociedades democráticamente avanzadas) fue paralizado por la causa penal abierta contra los responsables de este antro. Dicha causa fue cerrada sin castigo alguno por el juez en Octubre del 2009, dejando vía libre para el curso (y la ejecución) del expediente administrativo de marras.
Dicho expediente incluye, entre otras cosas, una demoledora y clarísima recomendación de los inspectores sanitarios que examinaron los restos de basura en el exterior del abortorio: falta muy grave. Castigo: cierre del abortorio.
El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Jaime Fernández-Lasquetty (cuya biografía política -que no profesional- y relaciones son resumidas en este artículo por Manuel Morillo) tiene ese expediente muerto de risa en alguna carpeta en algún cajón de alguna mesa de algún despacho, desde hace 8 meses (y lo que te rondaré, morena), sin que hasta ahora haya movido un solo dedo por cumplir las recomendaciones hechas por la inspección sanitaria.
Ahora hagan todos las cuentas de, aproximadamente, cuántos inocentes han sido asesinados (perdón: "cuantas vidas humanas han sido eliminadas", como dicen los abortistas provida) en ese abortorio durante estos meses en los que, legalmente, podría haber sido cerrado.
Independientemente del número que les salga, seguro que es muchísimo mayor que el número de víctimas asesinadas por la banda terrorista ETA desde que el expediente del conocidísimo "caso Faisán" descansa plácidamente en el fondo de alguna pila de documentos en la Audiencia Nacional, por obra y gracia, entre otros, de uno de los malos entre los malos: el juez Baltasar Garzón.

Échenle también un poco de lógica al asunto y piensen, si esta ha sido la conducta del piadosísimo consejero de Sanidad de Madrid en este caso, si no es posible que esto haya podido suceder antes (y más de una vez) con otros abortorios (tanto en Madrid como en otras regiones), sin que la prensa pepera haya dicho siquiera "esta boca es mía" o "la culpa es de Zapatero".
Eso sí: recuerden que los fachas extremistas y antipáticos son los que consiguen que se cierren abortorios, y que los moderados y simpáticos a los que hay que pasarles la manita por el lomo una y otra vez son los que los mantienen abiertos a sabiendas de que deberían estar cerrados.
Y, para terminar, felicitar una vez más a los que invitaron a manifestaciones supuestamente provida (entre otros) a la presidenta de la Comunidad de Madrid y a su otrora consejero de Sanidad, entre otros, felicitándose por su asistencia, mientras el expediente contra la Isadora seguía acumulando polvo. Además, uno de los argumentos más ridículos (y la competencia ha sido feroz a este respecto) empleados para excusar lo inexcusable fue decir que, al asistir los políticos del PP a la manifestación susodicha, se les ponía entre la espada y la pared y se les obligaba a rectificar en el futuro...
Cuéntenselo a los inocentes cuyos cadáveres siguen saliendo, en cubos de basura (esta vez imaginamos que en los adecuados para tales efectos) del abortorio Isadora, mientras les explican, aliviados, que pueden considerarse afortunados porque su asesinato fue un delito despenalizado, y no un derecho.