Para que el numerito del bombero pirómano (no por repetido, menos eficaz) funcione, se hace imprescindible que una cantidad determinada de gente tenga la modernísima costumbre de condenar las consecuencias de las causas que ellos mismos aplauden. Sólo así se explican las reacciones de muchos ante el episodio de la niña musulmana que, en Pozuelo de Alarcón, se ha negado a quitarse un pañuelo (que no "velo": el velo cubre los rasgos faciales) que llevaba puesto en la cabeza para asistir a clase en un colegio de esta localidad madrileña.
Porque esto no ha sido más que un clarísimo cebo que muchos (siguiendo la costumbre del malminorismo compulsivo a fuer de habitual) han mordido con el típico gesto de orgullo con el que el pez que se cree más listo y más rápido que los demás se lleva a la boca lo primero que ve balanceándose bajo el agua.
Para empezar, esto parece el siguiente capítulo de la serie iniciada (espontáneamente, como todo lo que ocurre en España) en la catedral de Córdoba por unos turistas musulmanes que, seguramente, nunca rezan en las mezquitas de su paìs de origen (Austria), pero que sintieron una irrefrenable necesidad de rezar en una catedral del país que visitaban.
Y parece la segunda parte (espontánea, por supuesto) porque, seguramente también, a tiro de piedra de donde vive la niña en cuestión, hay más de un colegio en el que no tendría problema alguno en llevar ese pañuelo (porque, al final, como luego veremos -y volveremos sobre el tema- la razón que se ha dado a la niña para no llevar el pañuelo es que, en el colegio al que asiste, no se permite asistir a clase con la cabeza tapada). Estoy seguro que muchísimos musulmanes que residen en España y desean que sus hijas, a partir de cierta edad, vayan todo el día con la cabeza cubierta por un pañuelo, prefieren buscar un colegio o un instituto en el que se lo permitan - que es lo más fácil y lo más cómodo, al fin y al cabo- antes que armar el taco y empecinarse en mandar a la niña a un colegio en el que no le dejen vestir como desean sus padres.
Por supuesto, que el gobierno esté empezando a (o acabando de) pergeñar la que ya se conoce como "ley de libertad religiosa" (en la que, como sucede siempre en las democracias liberales, se utilizará la palabra "libertad" para prohibir cosas que antes -cuando no había tanta "libertad"- estaban permitidas) le hace a uno pensar lo bien que le viene este episodio para justificar la existencia de la ley.
Pero resulta que han sido (como siempre) los mismos católicos modernillos que tanto aman la libertad, y que llevan varias décadas presumiendo (aun en contra del Magisterio de la Iglesia de la que dicen formar parte) de vivir en un país aconfesional, en el que, se supone, todas las religiones son iguales (o deben serlo) ante la ley, los que han puesto el grito en el cielo, indignándose de que una niña musulmana quisiese llevar a la práctica lo que ellos defienden de forma teórica.
Y es que, claro, si vivimos en un país aconfesional (con lo que mola, oiga) y así debe ser (porque, ante todo, somos buenos "demócratas"), ¿qué tiene de malo entonces que se quiten los crucifijos de las aulas o de los hospitales? ¿Qué tiene de malo, como recuerda la vicepresidenta del gobierno, que una niña musulmana lleve un pañuelo en la cabeza, igual que otros llevan un crucifijo al cuello? ¿Por qué se indignan tanto los "católicos que aman la libertad" con el gobierno socialista que hará realidad sus sueños, promulgando una ley en la que la religión católica será tratada exactamente igual que todas las demás? ¿No era eso lo que querían y lo que llevan décadas defendiendo?. ¿A qué, pues, tanta sorpresa y rabia?.
Explíquenme, si no, cómo se hace eso de defender una idea y luego indignarse cuando se lleva a la práctica. Explíquenme, de paso, como puede uno tener la caradura (o la insensatez, o ambas) de decir que España debe ser un país aconfesional, en el que la religión católica, por muy verdadera que sea, no debe tener un tratamiento especial, y luego rasgarse las vestiduras cuando se quitan los crucifijos de las aulas y el gobierno quiere cargarse el Concordato con la Santa Sede, la casilla de la declaración de Hacienda para destinar impuestos a la Iglesia Católica y todo aquello en lo que la Iglesia Católica es tratada de forma distinta a las demás religiones. Algunos quieren el plato y las tajadas, quieren decir la misa (en lengua vernácula y de espaldas al sagrario, faltaría más) y tocar las campanas al mismo tiempo. Quieren comerse la tarta y que siga entera en la bandeja, como dicen los anglosajones. Y eso no es posible.
Y, sin embargo, su reacción de malestar y contrariedad cuando las ideas que defienden son llevadas a la práctica deja bien claro lo que realmente opinan de todo aquello que, en el fondo, sostienen, no por convicción (de ser así, estarían encantados con la "ley de libertad religiosa" del malvado Zapatero) sino simple y llanamente, por "miedo a los romanos" (o sea, por miedo a que les llamen "fachas").
Como ya digo, el cebo adecuado para conseguir que sean los propios católicos los que, por miedo al Islam, defiendan o consientan la prohibición por ley del uso de todo símbolo religioso (no sólo los presentes en los llamados "espacios públicos", sino incluso los símbolos religiosos individuales) ha sido asustarles presentándoles una niña musulmana intentando ejercer los "derechos y libertades" que los católicos reclaman para sí (y, en teoría, para todo el mundo por igual, independientemente de su religión). La trampa que la mayoría de los católicos llevan tendiéndose a sí mismos desde hace décadas (que la religión católica no merece tratamiento especial por parte de las autoridades civiles) para poder presumir de ser tan modernos como cualquiera (Jesucristo nos pidió dar testimonio de la Verdad, no demostrar nuestra capacidad para mimetizarnos con el ambiente, pero esa es otra cuestión) les ha obligado ahora, o bien a pillarse los dedos defendiendo el uso por igual de todos los símbolos religiosos -como ha hecho el portavoz de la Iglesia Patriótica Española, monseñor Martínez Camino-, o a rechazar de plano el uso, tanto de unos como de otros. Y, lógicamente, la reacción de la mente malminorista, consistente siempre en ceder terreno ante la más mínima amenaza y en llamar "dar la batalla cultural" a no dar batalla alguna (eso sí, gritando ruidosamente mientras se retiran a una nueva y más retrasada trinchera que abandonarán sin resistencia alguna llegado el momento), ha sido optar por la segunda alternativa.
Como bien dice Fray Fanatic, el meollo de la cuestión está en que no todos los símbolos religiosos son iguales porque (para empezar) no todos significan lo mismo. Pero, claro, para eso habría que partir de la premisa (o llegar a la conclusión) de que no todas las religiones pueden ser tratadas de igual manera por el poder secular (ya sea por ser la verdadera Fe o, simplemente, por ser esa religión la base de los principios sobre los que se asienta -o se supone que se asienta, o se asentaba- el orden político del país en cuestión). Y eso es algo que, como veremos, horroriza a los católicos malminoristas (malminoristas antes que católicos, como todos sabemos) hasta tal punto que prefieren caer en la trampa tendida por el sistema y apoyar la prohibición del uso de todo símbolo religioso (incluso individual) a cambio de frenar el empleo de los símbolos religiosos por parte de los musulmanes, y el inevitable avance de esta religión (que tendría unas consecuencias de las que todo el mundo es consciente) al amparo de las reglas del juego tan celosamente defendidas por los mismos que se asustan de lo que ocurre cuando se siguen escrupulosamente.
Una vez más, basta con asustar con lo peor, para que lo malo se dé por bueno. O, mejor dicho, para que lo malo se dé por bueno, basta con presentarlo como remedio o freno (aunque sea temporal) de lo peor.
Continuará.
SOBRE HOY, 20-N.
Hace 2 días
5 comentarios:
Pues si Martínez Camino ya se ha pronunciado como cabía esperar..... mal lo llevamos los católicos. Efectivamente, si los obispos son los primeros que son malminoristas antes que católicos, ya me dirás dónde están los católicos (antes que malminoristas) y qué pueden hacer. Quizás la única solución sea retirarse a alguna celda de cartujo y esperar a que nos vengan a buscar para llevarnos a la checa. ¿Exagerado? no, no creas.
La religión católica tradicionalmente fue la base de la legislación española (incluso de la Constitución “liberal” de 1.812, por ejemplo, que en uno de sus artículos decía de forma categórica que la religión Católica es la verdadera y así lo reconocía la principal Ley de la Nación). Pero ha habido dos excepciones a esta norma: la constitución de la II República y la Constitución de 1.978, que en cuanto a principios que la inspiran son bastante parecidas, y por supuesto, pueden ser y de hecho son opuestas a la Religión Católica. Y los obispos juegan a hacerse los despistados para no enterarse de esto, y cuando se quieran enterar..... puede que sea ya demasiado tarde y entonces a ver qué pasa. Con la II República sabemos lo que pasó, con el régimen de la “Transición” (¡con mayúsculas, por favor!) y su Constitución de 1.978, todavía está por ver lo que va a pasar. No auguro nada bueno, pero todo es posible.....
Muy bien argumentado Museros.
Está clarísimo que lo del velo o pañuelo está super organizado. La niña en cuestión iba hasta hace dos días al colegio sin dicha prenda.
El velo o pañuelo tiene tanto sentido religioso como político, pero sobre todo reivindica al Islam.
A R.Z.le viene muy bien todo este tema del velo (repito, muy bien organizado) de cara a la futura ley de libertad religiosa, en tanto en cuanto comparan el yihab con el crucifijo de un católico, que personalmente me parece un auténtico disparate.
Y que decir de todos estos católicos, muy demócratas ellos, que aceptando estos hechos, sólo conseguirán que el Islam se envalentone, y tendremos a un presidente sonriente con el triunfo de su alianza de civilizaciones.
España es católica, pese a quién pese, esto es lo que cuenta.
Mn.Martinez Camino que supongo debe saberlo, debería medir sus palabras.
He cometido un error mecanógrafico
y deberia haber escrito hiyab
(e.l.d.yihab).
Joaco:
No sé si fue en el blog de Seneka donde leí un paralelismo sobre lo ocurrido tras la caída del Imperio Romano y lo que podría llegar a ocurrir ahora: entonces fueron pequeñas comunidades (los monasterios, por ejemplo) las que sirvieron como focos de reconstrucción y regeneración de una civilización. Quizás ahora ocurra lo mismo (a lo mejor no son monasterios, concretamente, pero sí familias y pequeños grupos los que hagan de vehículo de transmisión de la Fe).
Maite C:
Creo que el problema de Martínez-Camino (el mismo que el del resto de obispos, salvo raras excepciones) es que miden demasiado sus palabras. Quizás lo que no miden es el berenjenal en que meten a la Fe católica al situarla, con sus argumentos, en el mismo plano que el resto de religiones.
De hecho, ya digo que el problema aquí es que muchos católicos (antes que renunciar al "dogma laico" de considerar que todas las religiones deben ser igualmente tratadas por la ley secular) están cayendo en la trampa de aceptar la prohibición y retirada de símbolos religiosos católicos como contrapartida a la prohibición de símbolos religiosos musulmanes.
Por eso digo que, esto, de espontáneo, nada de nada. Muy bien preparado y servido al público en un colegio de Madrid, además (recordemos que las competencias de Educación corresponden a las autonomías, no al gobierno central).
Dicho de otra forma: el PP está desactivando la oposición a la ley de libertad religiosa "de Zapatero".
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