En menos de diez minutos, me cruzo con tres políticos del PP. Uno de ellos es el cabeza de lista en las elecciones municipales. Los tres llevan una fabulosa sonrisa de oreja a oreja. Les brillan los ojos. Entiendo que esto del terror a las hordas rojas es una sensación muy personal, que cada uno lo lleva como puede, y que, a lo mejor, la procesión va por dentro; pero, si están preocupados, lo disimulan fenomenalmente bien, desde luego.
Pocos minutos después, veo pasar a un político socialista. No sé si seguirá siendo concejal. En su momento, creo recordar, fue concejal de Urbanismo. Habla por el móvil ,con voz tensa y preocupada, de lo que él llama "la chusma de Sol".
Sí, allí seguían, sí...por cierto, ¿viste el bodrio de Cuenca? [doy por sentado que habla del programa "El Gato al Agua", de Intereconomía, emitido ayer desde la Iglesia de San Miguel, en el casco antiguo de esta ciudad]...lo pusieron, sí...no se fueron cuando dieron las doce...
Luego escucho unas cuantas frases confusas sobre si, a lo mejor, pudo haber sido delito algo de lo dicho por alguno de los periodistas que intervenían en el susodicho programa.
Cruzo el paso de cebra y llego a una plaza donde hay una iglesia. Allí se han apalancado quince o veinte con una pancarta de Democracia Real Ya. No hay perros. Flautas, sí. Y guitarras y bongos. Castigan, con su mejor voluntad, el tímpano de los transeúntes con una melodía desigual. Se me pasa por la cabeza una idea: si esto lo estuvieran haciendo en medio de una misa, ya no serían unos vagos sin nada que hacer, sino vrotes berdes de la primavera de la Iglesia (los angustiosos recuerdos de la música de aquella Misa del Gallo aún me persiguen cuando me quedo solo en casa demasiado rato).
Se acerca una chica muy guapa con pantalones bombachos amplios, tres o cuatro rastas de ésas y un arete en cada una de las aletas de la nariz. Su mirada es soñolienta. Esta sí lleva perro. El perro tiene el gesto de resignación del que come poco y mira mucho. Quizás -pienso- es de los que tiene largas charlas con sus congéneres sobre cómo evitar que tu dueño te pase las pulgas. La chica se acerca al grupo y les pregunta si tienen un cigarro. Le dan uno y se marcha tras dar las gracias.
Luego escucho unas cuantas frases confusas sobre si, a lo mejor, pudo haber sido delito algo de lo dicho por alguno de los periodistas que intervenían en el susodicho programa.
Cruzo el paso de cebra y llego a una plaza donde hay una iglesia. Allí se han apalancado quince o veinte con una pancarta de Democracia Real Ya. No hay perros. Flautas, sí. Y guitarras y bongos. Castigan, con su mejor voluntad, el tímpano de los transeúntes con una melodía desigual. Se me pasa por la cabeza una idea: si esto lo estuvieran haciendo en medio de una misa, ya no serían unos vagos sin nada que hacer, sino vrotes berdes de la primavera de la Iglesia (los angustiosos recuerdos de la música de aquella Misa del Gallo aún me persiguen cuando me quedo solo en casa demasiado rato).
Se acerca una chica muy guapa con pantalones bombachos amplios, tres o cuatro rastas de ésas y un arete en cada una de las aletas de la nariz. Su mirada es soñolienta. Esta sí lleva perro. El perro tiene el gesto de resignación del que come poco y mira mucho. Quizás -pienso- es de los que tiene largas charlas con sus congéneres sobre cómo evitar que tu dueño te pase las pulgas. La chica se acerca al grupo y les pregunta si tienen un cigarro. Le dan uno y se marcha tras dar las gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario