El arzobispo de Oviedo, Monseñor Sanz Montes, ha escrito un artículo acerca del llamado "voto católico" (lo pueden leer aquí, si lo desean, antes de continuar). Un "voto católico" de cuya existencia, a tenor de la pregunta con la que se encabeza el artículo, Monseñor parece dudar.
La primera pregunta que se le viene a uno a la mente es para qué -como acostumbran nuestros obispos- se escriben artículos como éste, en el que (al menos en concreto y, en principio) nada se condena, nada se recomienda, nada se elogia y nada se censura. Y la respuesta me parece muy sencilla: para facilitar, que quien así lo desee, haga, o siga haciendo, de su capa un sayo apelando - según convenga- a lo que el señor obispo no recomendó y/o a lo que el señor obispo no censuró.
Un artículo de este tipo y de este corte, en principio, es una forma de decirle al rebaño que continúen por la cañada por la que van; porque, si el pastor considera que el rumbo debe ser enderezado, no se limita a repetir en voz baja las cuatro canciones que se sabe para matar el rato, sino que recurre a recios silbidos e interjecciones y azuza a los perros para dejarles claro a las ovejas cuál es la dirección que se debe tomar. Y, si hay que tirar de garrote (dialéctico, en este caso) para espabilar a las ovejas que se pasan de listas e insisten en ir por donde no deben, pues se tira.
Pero, claro, si las ovejas siguen a lo suyo, y el pastor (quizás porque teme que las ovejas le dejen en evidencia no haciéndole ni puñetero caso) es un bienqueda que sólo abre la boca para pronunciar vaguedades al estilo "caminante, no hay camino" o "se hace camino al andar", lo lógico es que las ovejas continúen haciendo lo que más les gusta: identificar a la mayoría, unirse a ella, y seguir la linde hasta que haya susto o muerte.
No es ningún secreto que casi todos los votos de los españoles que dicen ser "católicos" van a parar a las candidaturas del PP. Esto no se ha conseguido, exclusivamente, con vaguedades o ambigüedades episcopales a lo largo de estas últimas décadas, sino combinando la omisión flagrante con la concreción clarificadora, según aconsejase la jugada.
Porque ningún problema tendrán ustedes para encontrar un artículo, un comunicado, o una conferencia de prensa (ni un centenar), en los que un obispo condene o censure, explícitamente y sin dejar puertas abiertas a malas interpretaciones, a un político del PSOE o a este partido, por sus palabras, actos, o el sentido de su voto en el Parlamento. Aquí, sin ir más lejos, tienen, como botón de muestra, una prueba de que el arzobispo de Oviedo, cuando quiere, se hace entender con toda la claridad necesaria para que nadie se llame a engaño.
Pero, salvo contadas excepciones, no escucharán nunca a ningún obispo censurar, con la misma claridad (ni siquiera con una claridad remotamente parecida) a los políticos del PP. Si acaso, se cumple el expediente tirando de frases nebulosas en las que, haciendo apelaciones a todos en general, nunca se menciona a ninguna persona ni partido en particular. Recuerden, por ejemplo, estas llamativas declaraciones de María Dolores de Cospedal, asegurando ignorar, hace tiempo, que la Iglesia condenaba la fecundación in vitro, pero que, sabiéndolo ahora, no tendría ningún problema en [volver a] recurrir a este malhadado invento para alumbrar un retoño. ¿Salió algún obispo a afearle, en público, semejante muestra de cinismo -y de cosas peores- a la secretaria general del PP?.
Una de esas honrosas excepciones fue, en su día, Monseñor Munilla, actual obispo de San Sebastián y autor de un artículo en el que recordaba a PNV y a PP, poco antes de ser legalizadas las píldoras abortivas gobernando este último partido, que de perpetrar tal barrabasada dejarían de ser merecedores del voto de los católicos (yo creo que lo habían dejado de ser mucho antes, pero dejémoslo así). El caso es que la respuesta de los católicos fue seguir votando al PP (y al PNV), y desoír el implícito consejo de Monseñor Munilla con el mismo ardor y entusiasmo con el que ahora le elogian (mientras siguen votando a los que legalizaron las píldoras abortivas, faltaría más).
Pero el caso es que, en realidad, el artículo del arzobispo de Oviedo ni siquiera se limita a seguir este guión. En esta ocasión, Monseñor Sanz Montes, además, desliza, entre los criterios generales a considerar, las principales consignas escapistas con las que el votante pepero gusta de intentar escabullirse cuando se le pone, de frente y sin anestesia, ante las palabras (todas estupendas), obras (cada vez más, y cada vez peores) y omisiones (cada vez menos) de su partido.
Para empezar, una de las "razones" esgrimidas por el votante pepero para su erre que erre particular es lo que él llama "realismo" (eufemismo que, en realidad, quiere decir "participación consciente y culpable del status quo actual"). Para el votante pepero, por muy buenas intenciones que tengan, y dignos de elogio que sean otros partidos, votarles es apelar a una fantasía que no tiene posibilidad alguna de hacerse realidad. Y en bandeja les pone Monseñor Sanz a los votantes peperos esta excusa afirmando que "Se trata de elegir a quienes creíblemente pondrán remedio...". ¿Pondrá "remedio" -a lo que sea- el PP? Nunca se sabe. Pero lo que el votante pepero tiene claro es que, de hacerse, sólo lo hará el PP "porque los otros nunca van a sacar nada" (gran ejemplo de profecía autocumplida: no se les vota porque "no van a sacar nada", y "no van a sacar nada" porque no se les vota).
Pero Monseñor Sanz se guarda lo mejor para el último párrafo, afirmando que "...el perfil del político cristiano también existe, viva o no con total coherencia las exigencias de nuestra fe..". Esta es una interpretación asaz novedosa de la ética y hasta de la doctrina de la Iglesia, puesto que es una frase que viene a ser la contraria del famoso proverbio sobre la mujer del César. Ahora resulta que lo importante no es serlo ("coherencia"), sino parecerlo ("perfil"). Resulta que no son las obras, sino el "perfil" (o sea, la imagen y las apariencias), las buenas razones para Monseñor Sanz, en lo que a la política (y a la hora de merecer el voto de los católicos) se refiere.
Y, dado que la coherencia pasa a ser un elemento secundario y deseable, pero no imprescindible, al final lo importante y la única condición sine qua non es que el partido al que vamos a seguir votando nos ponga delante de los morros algún señor con pinta de abuelo bondadoso y de no haber roto un plato en la vida (aunque haya roto vajillas enteras). ¿Da el perfil? ¿Sí? Pues ya está. No vamos a exigirle coherencia, porque la coherencia está para ser exigida a los socialistas que se dicen católicos, pero que votan a favor de la ley Aído o que se van a Entrevías a comulgar con rosquillas y vino barato de mesa. Pero, gracias a Monseñor Sanz, ahora sabemos a ciencia cierta que "a los nuestros" no es necesario exigirles coherencia alguna (algo, que, como suele suceder, no nos impide dar lecciones de coherencia a los de la acera de enfrente). Lo importante es que tengan unas ciertas maneras y repitan unas determinadas palabras (ya saben: vida, familia, valores, etc).
Y, para que no quede duda, Monseñor nos deja abierta otra vía de escape: "..y a él [el político cristiano] miramos cuando, en lo que propone hacer...., son reconocibles nuestros valores cristianos". ¿Qué va a hacer el partido al que usted va a votar? ¡Da igual! Lo importante son los buenos propósitos expresados por el monigote católico de cuota. Si el monigote dice lo que todos queremos oír, usted ya ha cumplido, y ninguna responsabilidad tiene en lo que suceda después de las elecciones (eso sí, no se olvide de mandar SMS a programas de tertulia cuyo nombre incluya un animal o un giro coloquial, recalcando que la culpa de lo que hacen los socialistas la tienen los millones de presuntos borregos que les votan).
Así que, si ustedes votan al PP el 22 de Mayo y, por una remota casualidad, los remordimientos de conciencia no les dejan conciliar el sueño, no culpen al arzobispo de Oviedo, que ha hecho todo lo humanamente posible por asegurarse de que duerman felices como troncos.
PS: Los hay que, en los comentarios al artículo de Monseñor, se lamentan de una presunta falta de coherencia de éste y, en general, de la Conferencia Episcopal. ¿Coherencia? ¿Para qué quiere uno coherencia, si goza de un perfil inmejorable?.
PSS: No se molesten en buscar el mencionado artículo de Monseñor Munilla en el que, hace más de diez años, afirmaba que el PP y el PNV dejarían de merecerse el voto de los católicos si votaban a favor de la legalización de las píldoras abortivas (y en el que aseguraba, literalmente, que "la experiencia acumulada nos permite afirmar que la legalización de la píldora abortiva sería un paso decisivo hacia la plena liberalización del aborto"). Lo enlacé el 18 de Marzo en Facebook. Acabo de comprobar que el artículo - que, insisto, llevaba años ahí muerto de risa- ha desaparecido de la web en la que estaba colgado.
Actualización: Gracias a Jorge Peño, un amigo de Facebook, he conseguido rescatar el artículo de marras (por ahora). Gracias también a Embajador y Orisson, pero es que soy un negado con lo del caché de Google (todavía carezco de ídem virtual). Y no dejen de leer este interesante artículo escrito por un asturiano.
SOBRE HOY, 20-N.
Hace 2 días
2 comentarios:
Magnífica entrada y muy acertado análisis Museros.
¿Cómo puede titular en forma de pregunta, sí "hay un voto católico" una Alta Jerarquía de la Iglesia Española?
Sólo esto, y para empezar, ya resulta como mínimo chocante.
Luego seguimos y...
Resulta francamente patético y deplorable que un Arzobispo pueda "nadar y guardar la ropa", que es lo que se desprende de todo lo que ha escrito.
En realidad es muy fácil el autor de tan inexplicable artículo en lugar de dar tanto circunloquio debería haber dicho no hay ningún partido con representación parlamentaria al que un católico pueda votar por ser todos contrarios a la doctrina social de la Iglesia.Gente como esta y otras organizaciones pseudocatólicas como HO son las que mantienen la ficción, que lleva desde 1812, de que los conservadores son defensores del catolicismo cuando es absolutamente todo lo contrario. Ya basta hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre y empezar a actuar para que a algunos se les caiga la cara de verguenza.
Nathanbforrest
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