Te invitan a dar tu opinión y, cuando no les gusta, se ponen como basiliscos y te acusan de querer amargarles el gran día, el gran proyecto o la gran causa.
La sonrisa y el buen rollo (que no eran sino formas de mendigar un elogio) se tornan rasgado de vestiduras y mesado de barbas. "¿Cómo osas criticarme cuando mis intenciones son las mejores del mundo?". O, mejor aún, "¡Encima que he trabajado tanto por esto".
Porque parece ser que algunos creen que las buenas intenciones convierten lo malo en bueno o el error en acierto. O te hacen inmune a la crítica y a las equivocaciones. "Si tengo las mejores intenciones del mundo, no puedo fracasar", piensan, repitiendo el mantra de algún libro de autoayuda.
Pues todavía no se sabe de nadie que, saliendo de Madrid y siguiendo la carretera de La Coruña, se haya plantado en el Cabo de Gata, aun llevando las mejores intenciones de llegar allí.
"Algunos dicen: hagamos el mal para que venga el bien. Estos bien merecen la propia condena" (Romanos 3:8),
Lo dijo San Pablo, un fundamentalista, obviamente anclado en el pasado, que hoy merecería ser anatemizado por los apóstoles de las celebraciones festivas, acogedoras e integradoras. Es más, según he leído, era un extremista de tal calibre que (parece ser que debido a una insolación, un golpe de calor o algo así), en lugar de luchar por el ecumenismo, se le metió en la cabeza que tenía que convertir a todo quisque a su religión.
Pero hay berenjenales en los que ya nos meteremos otro día.
La sonrisa y el buen rollo (que no eran sino formas de mendigar un elogio) se tornan rasgado de vestiduras y mesado de barbas. "¿Cómo osas criticarme cuando mis intenciones son las mejores del mundo?". O, mejor aún, "¡Encima que he trabajado tanto por esto".
Porque parece ser que algunos creen que las buenas intenciones convierten lo malo en bueno o el error en acierto. O te hacen inmune a la crítica y a las equivocaciones. "Si tengo las mejores intenciones del mundo, no puedo fracasar", piensan, repitiendo el mantra de algún libro de autoayuda.
Pues todavía no se sabe de nadie que, saliendo de Madrid y siguiendo la carretera de La Coruña, se haya plantado en el Cabo de Gata, aun llevando las mejores intenciones de llegar allí.
"Algunos dicen: hagamos el mal para que venga el bien. Estos bien merecen la propia condena" (Romanos 3:8),
Lo dijo San Pablo, un fundamentalista, obviamente anclado en el pasado, que hoy merecería ser anatemizado por los apóstoles de las celebraciones festivas, acogedoras e integradoras. Es más, según he leído, era un extremista de tal calibre que (parece ser que debido a una insolación, un golpe de calor o algo así), en lugar de luchar por el ecumenismo, se le metió en la cabeza que tenía que convertir a todo quisque a su religión.
Pero hay berenjenales en los que ya nos meteremos otro día.
5 comentarios:
Museros, genial.
El comentario no tiene nada que ver con el post, que también es genial.
Era darte la bienvenida y que ya sabes, no soy muy "prolífico" y constante, pero si quieres algo internetero pídelo.
Juanjo
Don José:
Bienvenido y gracias por dejar su comentario.
Lo publico para darle difusión. Lamento no saber si se puede hacer algo al respecto y qué, porque acabo de llegar al barrio.
En cuanto me entere cómo se hacen esas denuncias, haré una para contra el cierre de su blog.
Don Juanjo:
Muchas gracias por su bienvenida y su elogio. Aprovecho para enlazar su blog aquí, si no tiene inconveniente.
Un saludo.
José Gil Lorca:
Ya me he mirado su página con detenimiento.
«[...] pues no hay nada de homofobia en él, simplemente una toma de postura y el mayor de los respetos para las personas homosexuales.»
Cierto, pero no sabe cómo se las gastan los m... El simple hecho de tomar postura contra la homosexualidad es para muchos de ellos (sobre todo los «activistas») casus belli, y más desde que se han aprobado en Europa (y ahora, EE. UU.) leyes contra «discursos de odio», que es el cajón de sastre para amordazar a todo lo que no es «políticamente correcto» (o sea, lo que digan que lo es). Estamos yendo a un totalitarismo «soft» y, si no, léase p. ej. el final de una traducción de una conferencia de un ex-disidente soviético de 2006. Ahora ya se está consolidando y acelerando. No quiero ser cenizo, pero creo que ir contra blogger, salvo el pataleo, es una pérdida de tiempo e incluso contraproducente, salvo que quiera que le martiricen empapelándolo. Siga con su página privada, que lo tendrán más difícil.
«Lo dijo San Pablo, un fundamentalista, obviamente anclado en el pasado, que hoy merecería ser anatemizado por los apóstoles de las celebraciones festivas, acogedoras e integradoras. Es más, según he leído, era un extremista de tal calibre que (parece ser que debido a una insolación, un golpe de calor o algo así), en lugar de luchar por el ecumenismo, se le metió en la cabeza que tenía que convertir a todo quisque a su religión.»
Pues ya lo dicen, y lo llevan diciendo como mínimo dos décadas, y desde dentro de la propia Iglesia, para más INRI: se ha extendido la opinión entre los progres eclesiásticos (enquistados en facultades de Teología) de que el problema de la Iglesia del primer siglo y que condicionó toda su evolución posterior (para mal, se sobreentiende) es precisamente San Pablo. Lo más suave que dicen de él es que tenía el fanatismo del converso... sin mencionar para nada cómo fue su conversión ni qué hacía ni era antes de ella, ni cómo aceptó el martirio. Ya les gustaría aplicar la tijera a sus Cartas para descafeinar las cosas.
Grande el blog, estupendo el post. Lo agrego.
Un saludo
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