miércoles, 20 de octubre de 2010

Cromatografía de género.

Me he acordado de esta imagen desde que leí, hace ya algunas semanas en el blog de Gonzalo, un artículo sobre la, al parecer, distinta capacidad que parecen tener hombres y mujeres a la hora de bautizar las más mínimas variaciones en los tonos de color. Una capacidad que (no creo tampoco revelar ningún secreto) parece mucho más desarrollada en las féminas que en los varones.

El caso es que he conseguido localizar este explicativo y revelador diagrama en el blog del Padre John Zuhldorf:

A un lado (su izquierdo) pueden ver el mundo de los nombres de los colores tal y como parecen percibirlo la mayoría de las féminas. Como puede comprobarse, pequeñas variaciones en la longitud de onda de la luz producen, en el cerebro femenino, cambios sustanciales en la denominación del color en cuestión. Como pueden comprobar, asimismo, en el lado derecho de la imagen, se necesitan alteraciones mucho mayores en la longitud de onda de la luz para provocar cambios similares en los varones, en lo que a la denominación cromática se refiere.

Por su interés, y en caso de que no entiendan el idioma hablado por David Beckham en sus ruedas de prensa, procedo a traducir la columna que refleja la visión femenina del asunto, tal y como vienen ordenadas las denominaciones del color, de arriba hacia abajo, respectivamente.

Marrasquino, pimentón, granate, ciruela, berenjena, uva, orquídea, lavanda, clavel, fresa, chicle, magenta, salmón, mandarina, melón, plátano, limón, resina, lima, primavera, trébol, helecho, musgo, flora, espuma de mar, rociado de mar, cerceta, cielo, turquesa.

En cambio, los varones, al parecer atrapados en un mundo de igual variedad cromática, pero de mucha mayor monotonía nominal, distinguen simplemente los siguientes colores, cuyos nombres procedo a traducir:

Rojo, morado, rosa, naranja, amarillo, verde y azul.

La visión masculina de los nombres de los colores, por otra parte, es la que se enseña en los centros escolares, como habrán podido deducir a estas alturas. Una visión intolerablemente arcaica y machista que, no dudamos, será corregida más pronto que tarde, por el Ministerio de Miembrillas (probablemente acompañado del inevitable y ya habitual trámite del recurso de la ley en cuestión ante el Tribunal Constitucional).

Porque está claro que saber que el Guadalquivir desemboca en Sanlúcar de Barrameda no sirve para nada, pero a ver quién es el guapo capaz de afrontar los retos de la vida del hombre moderno (entre ellos, leer, apreciar y entender como es debido los reportajes del "Hola") si no se es capaz de distinguir entre el "espuma de mar" y el "rociado de mar", o entre el "trébol" y el "helecho".

PS: La cerceta, por cierto, es un pato.

7 comentarios:

Gonzalo GY dijo...

No es por jo...robar, pero en los comentarios de aquella entrada el Embajador ya puso el enlace en español...

entiMira, mira.

Gonzalo GY dijo...

Hay más misterios que rodean a la distinta manera de apreciar los colores entre el hombre y la mujer.

Se me ocurre a bote pronto...

- ¿Que no pega esto con qué, y por qué?

- ¿Que me ponga el jersey cómo? Yo no tengo un jersey así.

- Eso no es un color... ¡¡es una comida!!

Museros dijo...

Cierto. Ajo y agua, pues.

Es verdad. No son colores. Son comidas, animales y otras cosas.

Conrad López dijo...

No hay un consenso sobre el concepto color, como sobre tantas otras cosas.

Se trata de un concepto discutido y discutible, sobre el que filósofos y científicos tienen puntos de vista diferentes.

Así las cosas, me parece que nadie puede negar a una miembra del género femenino el derecho a nombrar los colores como indicas, o de cualquier otra manera.

Orisson dijo...

Como he dicho en Facebook, no todo es blando y negro (y faltan el blanco y el negro).

Un saludo

Orisson dijo...

Blando no: blanco. Sorry

Un saludo

Anónimo dijo...

El primero no es maraschino es bermellón

:P

Una femina

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