De un tiempo a esta parte, los políticos aprovechan las llamadas "celebraciones institucionales" para, delante de las cámaras, realizar esa per-versión postmoderna del noble arte dramático conocida como "teatro en la calle".
[Inciso: Observen, queridos jóvenes ejecutores de "performances" - en román paladino, "chorradas"- cómo no es imprescindible, ni siquiera necesario, para esta modalidad de vivir del cuento, ese aspecto estudiadamente zarrapastroso que se gastan. Pueden proceder a ducharse y afeitarse - sí, señorita, las axilas también- sin miedo alguno a disminuir sus posibilidades -las que fueren- de recibir dinero por hacer el vago. Créanme: oler peor que el saco de garrapatas que les acompaña -el perro, quiero decir- no garantiza salir en "El Cultural" de El Mundo ni publicaciones similares].
Así, sea la Pascua militar, o la fiesta de la Hispanidad, o el día de la constitución, la prensa no pierde la oportunidad de dedicar artículos, crónicas y páginas a los corrillos o conciliábulos (informales y espontáneos, claro está) que se forman como quien no quiere la cosa (y ya saben lo que les espera a las ovejas cuando hay reunión de pastores).
En el desfile militar que tuvo lugar en Madrid anteayer, las cámaras captaron una presuntamente acalorada supuesta discusión entre el alcalde de Madrid y el presidente del gobierno (quienes, imaginamos, se emplearon a fondo en la misma, dado que uno de los inconvenientes del teatro callejero es que no permite repetir la toma las veces que sea necesario).
Una discusión cuyo origen estaría en la disparatada ocurrencia -a la fuerza, ahorcan- del gobiernodespaña de impedir que los ayuntamientos más endeudados de España (Madrid y Valencia, para entendernos) endeuden aún más a sus ya asfixiados residentes. Ayuntamientos que no están gobernados por los despilfarradores socialistas, sino por los austeros y sabios -en lo que a economía se refiere- políticos peperos (y teniendo en cuenta que, tanto en Madrid como en Valencia, el astronómico aumento del déficit municipal ha sido castigado con mayorías absolutas cada vez mayores, se puede hacer uno una idea aproximada del buen criterio con el que hablan los votantes peperos que repiten incesantemente el conocido soniquete "con el PP mejora la economía").
José Luis Rodríguez Zapatero es, para empezar, el mayor (yo diría que el único) activo electoral del PP de cara a cualquier "fiesta de la democracia" que se convoque. De un tiempo a esta parte, no hay político pepero que no resuma su campaña en una idea: "Votarme servirá para echar a Zapatero" ("y lo demás da igual, que como Zapatero es muy malo, todo está permitido -incluso portarnos peor que Zapatero; claro que, si Zapatero es el malo, y nosotros nos portamos aún peor, ¿de dónde hemos sacado esa idea de que los buenos somos nosotros?").
Pero José Luis Rodríguez Zapatero no sólo es el mayor activo electoral del PP. Es, para la derecha española su gran referente ético y moral; el alfa y el omega que dirige sus juicios y pensamientos. El presidente del gobierno es, hoy, el dueño, amo y señor de las opiniones y conciencias de millones de españoles de derechas, cuyas voluntades maneja a su antojo con la facilidad con la que se manejan las de los niños de cuatro años: pidiéndoles que no hagan lo que uno quiere que hagan.
Porque, en España, a día de hoy, es Zapatero el que, para la derecha, define lo bueno y lo malo, lo tolerable y lo intolerable, lo acertado y lo equivocado. Hable usted mal de Zapatero -o fastídiele de una u otra manera- y todos sus pecados quedan automáticamente perdonados (pregúntenle a Rosa Díez o a Tomás Gómez, si no me creen). Y, a la inversa: niéguese usted a convertir al actor secundario que duerme en la Moncloa en director y productor único de esta película de terror llamada "la España del Siglo XXI", y ya puede ser usted un santo, un héroe, o las dos cosas juntas, que para la derecha usted será simplemente un infame que le hace el juego a los socialistas.
Por eso, cada vez que un espabilado, o grupo de espabilados, necesita promocionarse ante la llamada derecha sociológica, no necesita más que ser ungido por Zapatero con los óleos de su supuesta persecución o disgusto. Algo a lo que el presidente del gobierno (que de malo tendrá mucho, pero de tonto tiene bastante menos) se presta con todo el placer del mundo cuando así lo aconseja la jugada.
Así, un conocido grupo de medios de comunicación recibió la unción monclovita con una multa de 100.000 klingons (a pagar, por lo que se ha visto, en billetes de monopoly, o mejor aún: en dólares de Zimbabwe). La conocida asociación de pedigüeños compulsivos "Dame Argo" -esa que amenaza, con más o menos sutileza, con yunquerellarse contra cualquiera que les lleve la contraria- ha recibido, asimismo, la bendición zapaterina en forma de veto de dos días de duración a una cuenta de una red social que, de todas maneras, nunca había sido otra cosa que un criadero de telarañas virtuales, ya que era usada de higos a brevas (si la Moncloa hubiese querido fastidiarles a base de bien y no tanto promocionarles, las cuentas bloqueadas no habrían sido las de las redes sociales, sino las corrientes).
Y, ahora, el alcalde de Madrid (perpetuo papabile centrorreformista) con una foto a la que sólo le falta la fumata blanca y en la que, quizás, ambos protagonistas discutían sobre qué simbología debe acompañar al obelisco de la Plaza de Castilla, intenta redimirse ante la derecha lo suficiente como para ser votado de nuevo el año que viene y, quien sabe si al siguiente, exhibiendo sus nuevas credenciales de "Gran Enemigo de Zapatero".
Unas credenciales que aseguran, al poseedor/portador de las mismas, la fidelidad y la admiración incondicionales de una decena larga de millones de españoles. Credenciales, además, que el presidente del gobierno expide, de un tiempo a esta parte, como rosquillas, cual Pulgarcito marcando con piedrecitas el camino al bosque: no vean esta cadena de televisión, no sigan las directrices de esta plataforma y, en el 2012, "Gallardón No, que discutió conmigo" (y ya se sabe que lo que hay que hacer es justo lo contrario de lo que nos indica Zapatero, así que...).
Y es que éste, a diferencia de otro, sí que lo va a dejar todo atado y bien atado.
PS: Terzio habla sobre este progresivo, autocomplaciente y autojustificado embrutecimiento de la derecha sociológica española aquí.
PSS: Y, ya que hablamos del alcalde de Madrid, no me nieguen que su caso es todo un alegato contra la conveniencia de que la soberanía resida en la voluntad popular expresada a través del sufragio universal: los que le odian, le votan -y le votarán- fielmente. Los que le adoran, no le votarán en la vida.
SOBRE HOY, 20-N.
Hace 2 días
1 comentario:
No siempre estoy de acuerdo con Libertad Digital y su estrella D. Federico (en lo fundamental no lo estoy), pero este titular sencillamente da en el clavo:
http://www.esradio.fm/es-la-manana-de-federico/el-gran-problema-de-espana-son-los-partidos-politicos-1276404613/
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