viernes, 5 de febrero de 2010

La Gorgona se mira al espejo.

"La libertad es la verdad cívica. La verdad común. Es ella la que nos hace verdaderos, auténticos como personas y ciudadanos porque permite a cada cual mirar al destino a la cara y buscar la propia verdad".

"La libertad es el fundamento de la esperanza".

"...la libertad de todos para vivir su propia vida, para vivir con la persona amada y para crear y cuidar su entorno familiar, mereciendo respeto por ello...".

Y, sobre todo:

"...el derecho de cada persona, en cualquier lugar del mundo, a su autonomía moral, a su propia búsqueda del bien..."

Antes de que a algunos se le caigan las lágrimas de la emoción pensando que estas frases están entresacadas de un libro de Von Mises, de un discurso de Esperanza Aguirre o de una alocución de Federico Jiménez Losantos o César Vidal, voy a aguarles la fiesta citando la fuente:

Son citas del discurso de Zapatero en el desayuno robolucionario en Washington.

Como era de esperar, los liberales (los de la acera derecha, me refiero) españoles, no sólo no le han agradecido al presidente que predicase su credo en la capital del país que muchos llaman "la cuna de la libertad" (se ve que Dante, Cervantes o Shakespeare no escribían porque les diera la gana, sino porque les obligaban a punta de pistola), sino que encima les ha sentado como una patada allá donde la espalda pierde su casto nombre (o aún peor: una cuarta por debajo del ombligo).

Pero entiendo perfectamente que los liberales aguirrelosantianos (para quienes la libertad consiste en no pagar impuestos - incomprensible entonces que odien tanto a Franco y admiren tanto a doña Esperanza- y que el Corte Inglés - cual templo hayekiano- abra los domingos y fiestas de guardar) odien tanto a Zapatero. Especialmente cuando se expresa en sus mismos términos (al fin y al cabo, ¿lo que hace y dice Zapatero no puede definirse también como "su propia búsqueda del bien", "su propia autonomía moral" o "su propia verdad"?). Y la clave está en un mito que representa de forma alegórica y muy certera ese mecanismo de la mente humana que Freud bautizaría milenios más tarde como "proyección" (aunque los freudianos, como buenos modernistas, creerían haber descubierto aquello para lo que simplemente habían encontrado otro nombre):

Medusa era una de las tres gorgonas. Había sido una bella mujer, pero fue convertida en tan horrible monstruo por la diosa Atenea (de quien era sacerdotisa), como castigo por haber fornicado con Poseidón, dios del mar. Su aspecto era tan terrorífico que quien la miraba quedaba convertido en piedra (esto último podría ser la explicación de por qué los periodistas que asisten a las ruedas de prensa de la vicepresidenta del gobierno miran fijamente sus cuadernos de notas sin levantar la vista ni hacer preguntas).

Cuando Perseo fue enviado por el rey Polydectes de Sérifo a matar a Medusa, empleó una ingeniosa treta: utilizó como espejo el escudo de Atenea (cuando una mujer quiere fastidiar a otra, se comporta como los cocodrilos: nunca suelta lo que ha mordido). Al ver Medusa su propia imagen en el espejo, quedó petrificada y Perseo pudo decapitarla, aunque sin mirarla.

Con la libertad ocurre como con Medusa: como obediente sacerdotisa de la Verdad, es de una belleza sublime, pero degenera en un engendro de insoportable aspecto (el modernismo) cuando se olvida de Quién es servidora para entregarse en los brazos de la pura voluntad del hombre. Y, desde luego, es inevitable quedarse de piedra al contemplar los frutos producidos por semejante ayuntamiento poseidónico (frutos de una degeneración que, como bien señaló José Antonio Primo de Rivera, empezó con la llamada "reforma" -palabra, que, no por casualidad, es el término al que invariablemente recurren los políticos cuando se les ocurre alguna nueva idea para hacernos la vida un poco más difícil).

Quizás por eso, la Verdad, al igual que hizo Atenea para acabar de fastidiar a Medusa, no duda en fabricar espejos (como Zapatero y este discurso suyo en Washington) para que el liberalismo quede petrificado de horror contemplándose (aunque no reconociéndose, por desgracia) a sí mismo.

PS: "...libertad de todos para vivir su propia vida...". Me hacen gracia las obviedades liberales. ¿Conocen ustedes a alguien que haya vivido alguna vida que no haya sido -para bien o para mal- la suya propia?.

5 comentarios:

azahar dijo...

Los liberales siempren entrarán en contradicción, siempre. Porque su libertad, sus derechos, siempre se toparán con las libertades y derechos del prójimo. Es un relativización absoluta. Es más, el relativismo se les vuelve en contra porque lo convierten en absoluto.

Liberalismo, en el mundo anglosajón (el que les gusta a los que denominas de la ceja derecha) es sinónimo en lo religioso y teológico de lo que condenó San Pio X o del progresismo actual. En el siglo XIX fue una doctrina que estaba orientada a la separación de Iglesia y Estado y, evidentemente, se oficiaba en el reconocimiento de igualdad de derechos de todas las confesiones religiosas.

Por tanto, laicismo y liberalismo guardan una íntima relación. Y la condenación de la Iglesia radica en el efecto descristianizador de la política y de la legislación liberales.

La descatolización de España ha conllevado el hundimiento de la familia, de las vocaciones sacerdotales, del desorden moral, el auge del laissez faire, pero ¡ojo! ¿a quiénes se les deja hacer? Para prueba un botón.

Un católico no puede ser liberal de la misma forma que un liberal no puede ser católico.

Joaco dijo...

Jiménez Losantos es bastante poco liberal, como le suele ocurrir a los de se autoproclaman liberales (por ejemplo, no permitía la propaganda de AES en la COPE porque este partido político le caía mal, y como le caía mal, pues se le silenciaba y no se le permitía existir ni siquiera pagando la publicidad, cosa a la que cualquier otro tiene derecho: muy "liberal"). Pero Jiménez Losantos no es nada tonto ni dice las tonterías fatuas propias de políticos profesionales. Lo de César Vidal ya es otra cosa: tiene bastante más capacidad para la fatuidad. Y lo de Zapatero... ese ya puede caer en todos los niveles de majadería que queramos. No tiene límites.

Son apreciaciones de uno que les ha oído de vez en cuando.

Maite C dijo...

Acertadísimo Museros en tu post, como siempre, para que andar con rodeos.
Y el comentario de Azahar tampoco le va a la zaga.

El liberalismo está condenado por la Iglesia, y que yo sepa a día de hoy continua en vigor.

Yo diría, que los que se consideran o se dicen liberales son como lo más "light" dentro de la derecha, quizás para que no se les considere conservadores y por lo tanto "muy a la derecha".

En el fondo no creo ni que piensen en lo que es la doctrina liberal.

Es la moda de hoy en día, todo el mundo se dice liberal. A partir de ahí los puedes ubicar en cualquier sitio.

Conrad López dijo...

Muy bueno, Museros.

Lo peor de estos paganos de hogaño es que no son capaces de leer los signos ni siquiera en las narraciones mitológicas. hasta ese punto la radición se la trae al pairo (o mejor, la evitan).

Alberto Tarifa Valentín-Gamazo dijo...

Menos mal que nos lo has explicado, y sacado su corolario, porque, la verdad, con tanto giro lingüístico y tanta torsión lógica yo ya no sé cómo interpretar estos discursod éticos del pensamiento débil, que me suenan huecas y fantasmales, como las trompetas que anuncian al jinete de la guadaña.

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