Dice Monseñor Javier Martínez, arzobispo de Granada, que "
hay pocas imágenes más tristes que nuestros parlamentarios aplaudiendo la ley del aborto".Me permito la licencia de anunciarle al señor arzobispo que, rebuscando por internet, hace unos días encontré varias de esas imágenes a las que alude, y que
puede encontrarlas aquí (empezando por arriba, de la tercera en adelante).Porque más triste
es de ver gente con camisetas que hablan del derecho a vivir (no especifica de quiénes) y de que cada vida importa (tampoco especifican si mucho o poco, la verdad) fotografiarse con políticos abortistas, henchidos todos
de orgullo y satisfacción. Que el síntoma que demuestra lo podridas que están las cosas en España no es que los políticos abortistas se aplaudan entre ellos, sino que sean aplaudidos por los que dicen (y honestamente creen) estar contra el aborto. O que haya gente indignadísima con los abortos
ilegales.
Volviendo a utilizar al último rey moro -por ahora- de Granada como ejemplo, no tendríamos que derramar estas lágrimas ahora si, hace apenas un cuarto de siglo (una
miaja de tiempo, según el reloj de la Iglesia),
a don José Guerra Campos no le hubiesen dejado más solo que la una.Primero pasteleamos (por conveniencia) con los que luego acaban aposentando sus reales en la mismísima Vega de Granada, ante nuestras narices y, para cuando queremos darnos cuenta, nos han echado de la Alhambra y desterrado al valle del Andarax.
1 comentario:
Bueno, la ventaja es que dentro de cinco siglos los abortistas nos pedirán perdón. Menos da una piedra.
Un saludo
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