lunes, 1 de marzo de 2010

El bosque de derechos y libertades que nosotros...

Cuenta la historia (apócrifa) que Dios, poco después de haber creado al hombre, se acercó al diablo y con aire triunfante le dijo (más o menos): "Se acabó lo que se daba. Ya no tienes nada que hacer. Acabo de darles a los hombres la Verdad". El diablo, tras un momento de duda, parece ser que respondió algo así: "Ni mucho menos. Esto acaba de empezar. Tú les has dado la Verdad y yo voy a enseñarles a organizarla".

El socialogista (dicen) Álvaro Cuesta, al tiempo que recriminaba al portavoz de la Conferencia Episcopal que hablase meridianamente claro cuando del aborto se trataba, recordaba, como acertadamente se ha dicho, que lo aprobado por las Cortes, en el sistema de derechos y libertades que nosotros nos hemos dado a nosotros mismos, es ley de obligado cumplimiento.

Algunos, indignadísimos, han recurrido a algo que sólo existe y sólo ha existido en la imaginación de millones de españoles (la democracia parlamentaria ideal), para repetir, a su manera, la marañoniana (u orteguiana, no estoy seguro) frase de "¡No era eso, no era eso!" (que acaba siendo la frase que invariablemente acaban pronunciando los que, como dijo Vázquez de Mella, ponen tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias).

De hecho, la objeción más empleada es que "el aborto no es constitucional". Nótese que no se emplean palabras como "bueno", o "moral", o "correcto" o "justo". "Constitucional". Se toma dicha palabra como si fuese sinónimo de todas las demás, dando así la razón al político socialista (ya que las objeciones al aborto, por parte de los que así hablan, vienen, no porque sea el asesinato de un hijo a manos de su propia madre, sino porque no se ajusta -o así lo entienden ellos- al marco jurídicolegal vigente) al identificar lo legal con lo bueno (y éste, y no la ausencia de urnas, es el signo que identifica, inequívocamente, a la mentalidad totalitaria).

Pero es que, además, presa de su voluntarismo, los que afirman que "el aborto no es constitucional" ni siquiera tienen razón. Hace ya más de 10 años que el Tribunal Constitucional (que es el que decide qué es "constitucional" y qué no lo es), en la sentencia 116/1999, del 17 de Junio de 1999 (cito textualmente) falló que "los no nacidos no pueden considerarse titulares del derecho fundamental a la vida que garantiza el art. 15 de nuestra Constitución".

Tiene guasa, dicho sea de paso, la absurda creencia de los ciudadanos de los regímenes revolucionarios en que un texto garantiza algo. Si así fuese, los policías no llevarían chalecos antibalas, sino un folio que pusiese "Invulnerable, como Supermán" (o algo así), que sale bastante más barato y se lo puede hacer uno mismo en casa cuando haga falta.

Pero el caso es que, los voluntariosos constitucionalistas españoles, inmunes a la realidad, no quieren caerse del guindo y comprender que la constitución española de 1978, como cualquier otro texto legal, en realidad no dice lo que dice, o lo que a mí o a usted nos parece que dice, sino lo que el tribunal asignado para interpretarla dice que dice.

Dicho de otra forma: los españoles votaron, en 1978, a favor de un texto ambiguo y cargado de aparentes buenas intenciones (como todos los textos revolucionarios, incluida la pomposa declaración de los derechos humanos) y luego, los políticos (como el diablo en la historia referida) se arrogaron la potestad de nombrar a dedo al tribunal encargado de interpretar dicho texto. Es decir: que los españoles (y siguen sin querer darse cuenta) dieron, en 1978, una interminable libreta de cheques en blanco a los políticos (cheques en blanco que éstos rellenan, a veces de forma literal y a veces de forma figurada, con cifras cada vez más altas).

Además, otra cosa de la que los españoles, encantadísimos de haberse conocido como demócratas de toda la vida, no parecen querer darse cuenta es que todas las leyes aprobadas en el Parlamento son constitucionales porque sí, mientras el Tribunal Constitucional (recordemos: nombrado a dedo por los mismos que aprueban las leyes en el Parlamento) no afirme lo contrario en una sentencia.

Sentencias en las que, por otra parte, los miembros del Tribunal Constitucional demuestran que conocen de sobra la virtud de la gratitud hacia los que los nombraron, puesto que confirman como "constitucionales" todas las leyes emanadas del Parlamento que pasan por sus manos para ser cuestionadas. Ahí tenemos, sin ir más lejos, el visto bueno del TC a una ley que suspende la presunción de inocencia para la mitad de los españoles.

Los españoles, por tanto, contra toda lógica, continúan confundiendo lo enunciado en un papel con lo real. Creen tener "derechos y libertades" cuando, en realidad lo que tienen son papeles que dicen que tienen "derechos y libertades". Papel mojado desde el momento en que el tribunal de última instancia (el que tiene la última palabra, o sea el TC) está nombrado a dedo por los políticos; ya puedes tener toda la verdad de tu parte, y ya pueden darte todos los tribunales españoles toda la razón del mundo, que el Tribunal Constitucional, a donde irá a parar tu caso, lo nombran a dedo quienes tú y yo sabemos, y su sentencia puede borrar de un plumazo todas las razones que ganaste antes peregrinando por 14 tribunales diferentes.

La lamentable confusión (automática a fuer de frecuente, pero voluntaria de todas maneras) entre lo real y lo enunciado en un papel es la clave de todo el engaño. Así, los españoles ya no tienen trabajo, pero sí papeles que dicen que tienen derecho al trabajo, la vivienda está a precios inasequibles (pero, oiga, la constitución dice que tenemos derecho a la vivienda), y otros que defienden el proyecto abortista del PP esgrimen como prueba absolutoria de tal acusación manifiestos redactados por ellos mismos (y, si los hechos demuestran lo contrario, peor para los hechos). Y, dentro de poco, si esto continúa así, no podremos escribir blogs, pero habrá una ley que dirá que tenemos derecho a escribir nuestros blogs.

El hecho de que toda ley que sale del Parlamento español es "constitucional" (o sea, que entra en vigor) salvo que un tribunal nombrado a dedo por partidos políticos diga lo contrario (cosa que no ha sucedido ni una sola vez en más de tres décadas) nos lleva, además, a una terrible conclusión. Tan terrible que, probablemente por ello, ni siquiera se nos pase por la cabeza:

Que para que nuestras peores pesadillas imaginables (e incluso las inimaginables) se hagan realidad, basta con que se alcen, en un edificio de la Carrera de San Jerónimo, 176 manos.

De hecho, algunas realidades con las que (como la famosa rana que perece cocida en la olla mientras la temperatura del agua subía muy lentamente) nos hemos acostumbrado a vivir son aún peores que lo peor que los españoles pudieron haber imaginado hace 30 años. Pensemos un momento: ¿Cuántos españoles, hace 30 años, habrían imaginado un 20% de paro, las colas en los comedores sociales, que una generación entera estaría hipotecada a perpetuidad para poder comprarse un piso -e hipotecados los dos sueldos-, o que las mujeres españolas matarían a sus hijos por cientos de miles cada año con instrumentos quirúrgicos o con pastillas?.

Tantas cosas que hoy, por desgracia, le parecen a muchos inevitables ("¡La modernidad es irreversible!", gritan los enterados de turno que forman parte de la pesadilla mientras creen luchar contra ella) eran, hace no tanto, una fantasía mórbida que sólo podía haberse dado en el guión de una película apocalíptica. Y ha ocurrido paulatinamente, y casi sin que nos demos cuenta.

Quién sabe qué barbaridades que ahora nos parecen imposibles (especialmente en un país en el que la gente repite, como los judíos alemanes hace 70 años, la frase mágica "El gobierno no lo permitirá" como purga de Benito que nos protege de todos los males) pueden tornarse realidad casi sin que nos demos cuenta, cuando haya transcurrido tiempo suficiente, a fuerza de levantarse 176 manos, una y otra vez, en ese edificio de la Carrera de San Jerónimo.

PS: En la película "El Bosque", de M. Night Shyamalan (cuyo final -casi- no destriparé, así que pueden seguir leyendo), muchos quisieron ver una analogía de la religión. Yo veo, con cada vez más claridad, una analogía de las llamadas "democracias occidentales". En ellas, al igual que en la película, la población se mantiene prisionera de forma voluntaria ante la amenaza de los monstruos que les rodean (monstruos que, en el sistema de derechos y libertades que nosotros nos hemos dado a nosotros mismos tienen nombres tales como "el general a caballo", u "oscurantismo medieval", o "la dictadura").

PS2: La foto de arriba es de un ejemplar anticonstitucional de la constitución española de 1978.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdos de quienes ya somos mayorcitos y teníamos edad de votar en el referéndum de la Constitución:

En medio de toda la propaganda masiva a favor del SÍ hubo un obispo, D. José Guerra Campos, que propugnaba votar NO. Ese mismo obispo fue el que puso objeciones a que el rey firmase la ley del aborto de 1.985. Esto incluso puede que no lo sepa Monseñor Martínez Camino. Pero es que hubo un tiempo en que los obispos ejercían de obispos, sin problemas.

Museros dijo...

Anónimo:

He oído a gente muy conocida dentro del movimiento provida reconocer, con un suspiro de resignación, que Monseñor Guerra Campos tenía toda la razón, no sólo respecto a la ley de 1985 y la responsabilidad del rey, sino sobre la constitución de 1978, y, a pesar de ello, seguir erre que erre con el mal menor y el sacrosanto régimen de libertades y derechos que blablabla...

Ignacio dijo...

Sigo pensando que no es buena la algarabía "que nosotros nos hemos dado a nostros mismos mismamente"

Jordi MMM dijo...

Esta claro que señores como Alvaro Cuesta, confunden la velocidad con el tocino.

Eso ocurre cuando los valores que se profesan estan en función de la ultima edición del Codigo Civil, Penal o de la reciente versión ilustrada del texto constitucional en vigor. Y esto ocurre porque se carece de los más elementales valores humanos con los que regirse cristiana o moralmente con la suficiente integridad.

Asi se comprende que no se vacile en considerar que es legitimo y legal acabar con la vida humana en la semana 3 o 9 de nuestro desarrollo y que deje de serlo a partir de la semana 12.

Tal absurdidad se justifica como si de una mera cuestión de numeros, cifras o textos legales se tratara.

No saben estos necios, que la condición humana esta por encima de cualquier planteamiento legal o politico. Aunque se empeñen sus señorias en no reconocerlo en sus textos legales.

Los valores de los que hablamos estan por encima de cualquier chupatintas, presidente electo, sistema "democratico", Tribunal Constitucional o Carta Magna.

Asi que bueno sera para todos que se cambie esa mentalidad generalizada con la que nos movemos la mayoría. En un futuro no muy lejano, las generaciones posteriores, la historia, nos tratara con la misma crueldad de la que hacemos gala, cosa que merecemos.

Solo si estamos a la altura de las circunstancias, en consonancia con la realidad de la que formamos parte, podremos dar una respuesta adecuada a estos atroces planteamientos por muy legales que sean.

Perlimplín dijo...

Pues sí. Ahora, no entiendo cuando dices que nunca se ha declarado una Ley inconstitucional... a menos que quieras decir que nunca se ha declarado una ley entera inconstitucional.

Te gustará leer esto, si es que no lo has leído ya:

http://librodehorasyhoradelibros.blogspot.com/2010/02/en-el-limbo-del-carlismo.html

""¡Hablan de las leyes como de las cosechas!... Yo, cuando siembro, todos los años las espero mejores... Las leyes, desde que se escriben, ya son malas. Cada pueblo debía conservar sus usos y regirse por ellos. Yo cuento setenta años, y jamás acudí a ningún alguacil para que me hiciese justicia. En otro tiempo mis abuelos tenían una horca. El nieto no tiene horca, pero tiene manos, y cuando la razón está en su abono, sabe que no debe pedírsela a un juez. Pudiera acontecer que me la negase, y tener entonces que cortarle la diestra, para que no firmase más sentencias injustas. La primera vez que comprendí esto era yo joven, acababa de morir mi padre. El Marqués de Tor me había puesto pleito por una capellanía, pleito que gané sin derecho. Entonces me fui a donde estaba mi primo, y le dije: "Toda la razón era tuya; córtale la mano a ese juez y te entrego la capellanía".

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